25 DE NOVIEMBRE DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO.
El número de mujeres asesinadas en lo que va de año asciende a 41, dejando a 23 menores huérfanos, según cifras oficiales. Estas cifras dejan fuera a todas aquellas que murieron a manos de hombres con las que no mantenían un vínculo sentimental. Resulta ridículo negar, aunque algunos se empeñen en hacerlo, que existe una violencia específica hacia las mujeres por el simple hecho de ser mujeres.
El choque cultural es innegable. Provienen
en su mayoría de sociedades absolutamente ajenas a nuestra legislación y estado
de derecho, de países en los que se llega a justificar la violencia de género,
y de culturas donde la mujer no puede hablar, ni opinar y mucho menos oponerse a las
normas de su propia comunidad, alcanzando niveles de pobreza y analfabetismo
muy superiores a los de los hombres.
Esta es la realidad social y cultural de la que provienen, así que no es difícil
imaginar el desamparo e indefensión que sienten ante las nuevas situaciones de
violencia de género que sufren por parte de sus parejas en los países de
acogida, desamparo e indefensión a los que se suma el desconocimiento de sus
derechos y el temor a la propia Administración Pública. No podemos olvidar que en su
mayoría proceden de países carentes de libertad, donde esas instituciones
públicas son represivas, violentas y opresivas, lo que aumenta aún más en ellas
el miedo a denunciar las agresiones y situaciones vejatorias, y a iniciar por
tanto un proceso legal en el nuevo país en el que se han establecido.
Cuando
una mujer inmigrante sufre violencia de género por parte de su pareja,
habitualmente el marido, y ella está en situación irregular, difícilmente se
consigue convencerla de efectuar la correspondiente denuncia contra su agresor. Puede más en ellas el miedo a
hacerse “visibles” ante las distintas instituciones públicas (Policía, Juzgado,
Inmigración), y que ello les suponga la incoación del correspondiente
expediente sancionador y la consiguiente expulsión del país, que el liberarse de su
pareja agresora denunciando los actos violentos y humillaciones sufridas.
Seguirá soportando por largo tiempo las agresiones y vejaciones antes que
arriesgarse a ser expulsada fuera del entorno familiar o verse obligada a volver a su país.
El trabajo que DIGMUN realiza en el taller MUJER AVANZA para mujeres fronterizas está encaminado no sólo a educarlas en igualdad, sino también a empoderarlas, para que sean capaces de salir de la situación de vulnerabilidad en que se encuentran y fortalecer su autoestima en el caso de que sean maltratadas por sus parejas. Ellas son las más indefensas, puesto que en su mayoría trabajan en el servicio doméstico o están en el paro, por lo que sus recursos económicos son muy escasos, son analfabetas y poseen un gran desconocimiento de la lengua española. Todo esto unido hace que difícilmente puedan salir de la espiral de la violencia.