Acabar con las desigualdades entre hombres y mujeres fue uno de los objetivos planteados para el nuevo milenio.
En
España desde el final de la dictadura y con el comienzo de la democracia, el
sistema educativo ha ido incorporando, poco a poco, medidas importantes para
paliar las desigualdades existentes entre el alumnado de diferente sexo.
La legislación franquista (1939-1975) prohibía la escolarización conjunta de niños y niñas, siendo la Sección Femenina y la Falange las que asumieron la educación de las niñas que eran formadas para ser buenas madres, esposas e hijas; debían cuidar de su casa y de su familia y cumplir el ideal patriótico y cristiano, a través de asignaturas como Formación Política o Enseñanzas del Hogar. Por supuesto, este tipo de asignaturas siempre debía ir ligadas a la tradición católica y la maestra debía estar muy formada en estas disciplinas.
Aún recuerdo aquellos años en el colegio de Villa Jovita. La mañana empezaba en la puerta del centro, único lugar donde se cruzaban nuestras tímidas miradas con los niños de la otra clase, y donde mientras se izaba la bandera, cantábamos el “Arriba España” y en ocasiones el “Cara al Sol”.
La
jornada escolar se desarrollaba entre la mañana y la tarde, pero el sábado de
mañana también se consideraba lectivo. Ese día nuestra maestra se dedicaba de lleno a preguntar el
catecismo, a contarnos la Historia
Sagrada y a rezar el rosario. Nosotras, mientras tanto, hacíamos nuestras
primorosas labores de vainica y punto de cruz, adormecidas con el relato
religioso y las letanías del Ave María. El castigo de no memorizar cada uno de
los rezos obligados era temido por todas. Yo llegué a escribir hasta cien veces
el Misterio de la Santísima Trinidad, oración que aún conservo en mi memoria
con amargo recuerdo.
Esta educación machista perdurará hasta La Ley General de Educación de 1970, en la que se establece un currículum generalizado para niños y niñas en la EGB, consiguiéndose así una educación homogénea y mixta hasta los 13 años.
COLEGIO VILLA JOVITA. AÑO1963
Al instituto se ingresaba con diez años para hacer el primero de bachillerato, que duraba seis años, hasta el sexto curso, y se terminaba con el PREU. Más tarde se modificó al Curso de Orientación Universitaria(COU), obligatorio para acceder a la universidad.
En esos años yo hacía el bachillerato en el llamado ahora IES Siete Colinas y que entonces era el único instituto público que había en Ceuta. En el mismo edificio estábamos separados los chicos de las chicas por una puerta que hacía de muro de contención infranqueable y que si alguien se atrevía a traspasar era sancionado sin piedad. Solo nos veíamos con los chicos a la entrada, cuando todos juntos antes de entrar, rezábamos en el patio, y a veces, a través de las ventanas, cuando ellos hacían Educación Física. Aún el bachillerato estaba marcado por leyes que ponían de manifiesto cuál era el papel de la mujer en esa sociedad machista. La Religión, la Educación Física, la Formación del Espíritu Nacional y las Labores del Hogar eran asignaturas evaluables y que tenían un marcado carácter femenino para asegurar cuál sería nuestro papel en la edad adulta.
El uniforme obligatorio que nos hacían llevar, ya marcaba las primeras diferencias. Nosotras, falda gris con camisa blanca y rebeca gris y ellos, pantalón y camisa del mismo color que nosotras. La falda debía estar por debajo de la rodilla y nunca ajustada a nuestro cuerpo. La profesora de Lengua y Literatura era la responsable de censurar el tamaño de la falda y se responsabilizaba de nuestra educación, siempre sujeta a su moral católica y a los Principios del Movimiento. En su discurso diario siempre estaba el recordarnos que debíamos ser “señoritas” y que nuestra reputación dependía, en gran medida, del tamaño de nuestra falda. Cuando salíamos al estrado, ella nos observaba para comprobar si todas las normas establecidas se cumplían a rajatabla. En alguna ocasión, bajó de un tirón el dobladillo de alguna compañera, al comprobar que su falda mostraba sin pudor sus hermosas piernas.
En la clase de Literatura, las escritoras
brillaban por su ausencia, solo recuerdo que se estudiara a Santa Teresa de
Jesús y a Rosalía de Castro y de pasada se nombraba a Fernán Caballero (Cecilia
Böhl de Faber), pero no creo que se nos dijera que era el pseudónimo de una
mujer que se ocultaba bajo ese nombre para que sus novelas fueran consideradas.
La Historia de la Literatura en España comenzaba por el Mester de Juglaría y el
Mester de Clerecía de la Edad Media, pero nunca llegábamos a estudiar a fondo
la Generación del 27, según la profesora por falta de tiempo para llegar a
finalizar el temario y según descubrimos más tarde porque esos autores no
compartían la ideología que defendía la España fascista.
Mi entrada en la Escuela de Magisterio en el año 1973 ya estuvo marcada por los primeros cambios. El Plan universitario de 1971 nos obligaba a acceder a esos estudios con COU y la enseñanza era mixta. Por primera vez en mi vida de estudiante, iba a compartir el aula con chicos extraños que solo conocía de la puerta del instituto. Nuestro comportamiento en clase no se diferenciaba para nada al de nuestros compañeros. Se nos permitía fumar dentro del aula de igual forma que a ellos, no había censura en cuanto a la forma de vestir, a las relaciones de noviazgo que se establecieron, ni a la forma de participar en las diversas actividades que se llevaban a cabo. Sí había algunas diferencias aún relacionadas con asignaturas como la Educación Física o la Formación Política que se hacían separadas por sexo, nosotras con una profesora y ellos con un profesor para asegurar así que nuestro rol femenino no corría riesgo. En nuestra vida personal las cosas eran distintas, aún existían normas diferentes según fueras chico o chica: la elección de una carrera universitaria, o las relaciones con una pareja tenían aún un marcado carácter discriminatorio ya que todavía había que llegar a casa antes de que dieran las diez. Este fue el título que Serrat le dio a una canción en la que se describe, con mensaje irónico, todo lo que una chica puede hacer antes de esa hora y cumplir con la norma establecida.
Mi
estreno como docente coincidió con las primeras elecciones democráticas en el año 1977. En pocos años se pasó del
reconocimiento de la igualdad de derechos a la creación de todo un marco
legislativo en materia de igualdad de oportunidades y no discriminación.
Fue en la década de los 80 cuando se produjeron los primeros
cambios en materia de igualdad. En 1983, con el primer gobierno socialista, se
creó el Instituto de la Mujer como organismo autónomo dentro del Ministerio de
Cultura. Fue entonces cuando se comenzaron a denunciar las discriminaciones que
se estaban produciendo en el Sistema Educativo. A pesar de que la escuela era
mixta, seguían existiendo elementos discriminatorios que continuaban moldeando
a la mujer como ser dependiente y con pocas posibilidades de ejercer cargos de
relevancia.
Los libros de textos seguían marcando
claramente los roles que debían desempeñar las mujeres y transmitían una
historia y una cultura sexista, sin modelos femeninos a imitar, anulando a
mujeres de alta relevancia.
Yo
tuve la suerte de estrenarme como maestra en un colegio donde un grupo de
profesionales intentaba darle un carácter más innovador a la educación
siguiendo la Pedagogía de Freinet y apostando por una escuela inclusiva donde
todo el alumnado tuviera la posibilidad de desarrollar sus actitudes
independientemente del sexo o de la clase social que tuviera. A pesar de esto,
no nos amparaba una ley que defendiera la igualdad entre niños y niñas y todo
quedaba a criterio y afinidad del docente que en la mayoría de los casos, no
estaba ni formado, ni concienciado en este tema.
En 1990 la LOGSE, por primera vez en la legislación, reconocía la discriminación por sexos en el sistema educativo y planteaba la necesidad de cambiar la actividad educativa considerando el principio de igualdad de oportunidades entre ambos sexos. Esta declaración se recogió en los diseños curriculares marcando objetivos y contenidos con una metodología que potenciaba la coeducación. Este término empezó a sonar y en muchas Direcciones Provinciales de Educación se incluyó la figura de una persona que se responsabilizaba del tema junto con otras funciones.
La coeducación se define como práctica educativa que tiene como fin erradicar las discriminaciones y desigualdades por motivo de género y para alcanzar este objetivo es necesario educar a niños y niñas en igualdad. Para ello es preciso concienciar y formar a las instituciones educativas y al profesorado de la importancia de conseguir estos objetivos.
En los años 90 yo comenzaba mi labor como docente
en Ceuta. Aquí el profesorado era altamente conservador y nada concienciado y
formado en temas de igualdad. Ni siquiera el Centro de Recursos de formación
del profesorado (CPR) incluía esta formación en sus planes anuales.
La mayor preocupación
de los docentes era conocer la ley y poner en marcha las nuevas programaciones
con los contenidos de Lengua y Matemáticas, que eran las áreas de más
importancia. Los nuevos temas transversales que se incluían en la nueva ley:
Medio Ambiente, Educación Vial y Coeducación, solo quedaban reflejados en una
programación didáctica, que casi nunca se llevaba a la práctica y que tan solo
se reflejaba en el papel, así que de nuevo la educación en igualdad quedaba
relegada a segundo plano.
Los
equipos directivos lo formaban, en su inmensa mayoría, los hombres del centro,
que a pesar de ser muchos menos, siempre ocupaban cargos de responsabilidad. La
enseñanza, en general, estaba feminizada sobre todo en los niveles más bajos
(preescolar y EGB), sin embargo, eran los maestros los que se ocupaban de la
dirección, la jefatura o la secretaría. La dificultad de las mujeres para
ocupar estos puestos, venía determinado por dos motivos fundamentales, el
inconveniente de compaginar su vida familiar y laboral y por la educación que
habían recibido de que eran ellos los que debían ejercer el poder en todos los
estamentos de la sociedad.
Pretender que un equipo directivo formado por hombres, en esa década, propiciara acciones que contribuyeran a una educación en igualdad para el alumnado de ese centro, era una verdadera utopía. Ya era difícil encontrar maestras comprometidas con el tema, pues mucho más difícil era la implicación de los miembros de esos equipos directivos (hombres).
Mi primer contacto de lleno con la coeducación me vino en los años 90 gracias a mi trabajo en CCOO, donde además de llevar la acción sindical de enseñanza, me responsabilicé de la Secretaría de la Mujer.
La formación que me dio el sindicato en este tema y el contacto con otras Secretarías de la Mujer a nivel estatal, me abrieron los ojos para comprobar el mundo donde había vivido hasta entonces, lleno de estereotipos machistas, así como el trabajo que quedaba por hacer. Pude conocer el avance en la que ya estaban inmersas en materia de coeducación el resto de las Comunidades Autónomas y en el punto en que se encontraban no solo los centros educativos de Ceuta, sino la sociedad en general. Fueron los sindicatos y algunos partidos de izquierda los primeros que se atrevieron a organizar las actividades del 8 de marzo, a pesar de las críticas que recibían por parte de la ciudadanía conservadora de Ceuta.
Esta formación la pude poner en práctica posteriormente cuando ejercí en el año 1998 en Tetuán en el colegio español Jacinto Benavente, con un alumnado de infantil y con una comunidad educativa poco receptiva e interesada en la educación en igualdad. Organizamos actividades, jornadas y celebrábamos el 8 de marzo con la participación las familias, aunque solo algunas madres y algunas profesoras participaban activamente en estas actividades.
La llegada del siglo XXI consolidó las bases iniciadas a finales de los años 90 y aunque queda mucho por hacer en materia de igualdad, las leyes del sistema educativo reflejan la importancia de conseguir una educación igualitaria entre ambos sexos. La aprobación de la Ley de Violencia de Género aprobada en el año 2004 afirma en la parte relacionada con la educación “El Sistema educativo español incluirá dentro de los principios de calidad de la educación y de la enseñanza las medidas que garanticen la plena igualdad entre hombres y mujeres”
A partir de estos momentos, las administraciones educativas adoptan medidas para incluir en los Planes de Formación del profesorado, una preparación específica en materia de igualdad y se nombran los primeros coordinadores/as de igualdad en cada centro educativo, con el fin de garantizar que estas actividades se lleven a la práctica y no dependan de la buena voluntad e interés de alguna profesora concienciada en este tema, como había ocurrido hasta el momento.
En el año 2008 fui nombrada directora del CEIP
Vicente Aleixandre de Ceuta. El equipo directivo, a propuesta de la Dirección
Provincial de Educación y con el apoyo del Centro de Formación, puso en marcha un proyecto de transformación
del colegio en una Comunidad de Aprendizaje.
Esta
transformación supuso incluir en todas las programaciones, unos objetivos
claros para conseguir una educación en igualdad entre el alumnado. Para ello
había que realizar actividades de sensibilización, formación y actuación con la
participación de toda la comunidad educativa. La implicación de las
administraciones educativas y el liderazgo del equipo directivo fueron
decisivos para llevar a la práctica estas actuaciones. Durante la semana del 8
de marzo se realizaban múltiples actividades con las familias, el entorno
próximo y el alumnado. Se instauró el “Premio
Mujer Manzanera” donde se homenajeaba a una mujer cercana que destacaba por
su trabajo y esfuerzo en su quehacer diario. Se organizaron charlas y desayunos
con las familias para debatir temas relacionados con la discriminación de
género o con las desigualdades existentes en ambos sexos. El Programa Muse de educación en valores a través
del arte, apoyó todas las actividades con el alumnado, incluyendo actuaciones
de concienciación en la música, el teatro o la plástica,
Muchos han sido los centros educativos,
asociaciones, administraciones, sindicatos, partidos políticos … los que se han
ido uniendo a la celebración del 8 de marzo, como fecha institucionaliza para
la lucha de la igualdad y para visibilizar todo lo que aún queda por conseguir.
Actualmente las leyes en España recogen
todas las medidas para garantizar la igualdad real entre hombres y mujeres y ya
no existe discriminación legal entre ambos sexos. A pesar de esto, las
desigualdades persisten en muchos ámbitos, por lo que el trabajo de los centros
educativos y la implicación de las administraciones educativas es fundamental
para erradicar estas desigualdades.
Muchos años han tenido que pasar desde el
comienzo de la democracia en España, gracias a la lucha y al trabajo de muchas
mujeres, para que los principios de igualdad quedaran reflejados y se llevaran
a la práctica. A pesar de esto, la educación en igualdad no se puede garantizar
sin el apoyo de la administración y la inspección educativa, sin la implicación
de los equipos directivos y la formación de los docentes.
En Ceuta, son muchos los centros implicados en sensibilizar y formar a su alumnado en una igualdad plena entre hombres y mujeres, ya que conseguir una sociedad más avanzada
debe ser uno de los principios fundamentales de la educación como única
forma de erradicar la violencia de género y construir un mundo más justo e igualitario.
enlace a la canción de Serrat Poco antes de que den las diez
https://www.facebook.com/cepa.miguelhernandez.7/videos/126632128909393
enlace al vídeo editado por el CEA Miguel Hernández de Ceuta-8-03-2020
enlace al vídeo "Doce voces de Mujer" del IES Guadalpín de Marbella, Donde tuve la suerte de ser elegida como una de esas voces de mujer para conmemorar el Día 8 de marzo
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