MUJERES PORTEADORAS. 8 DE MARZO DÍA DE LA MUJER.
Yousra tiene 49 años y nació en Tetuán.
Durante más de 20 años ha sido el sustento de su familia, cruzando día a día la
valla de la esperanza, transportando mercancías de un lado a otro de la frontera
entre Ceuta y Marruecos.
Se levantaba
al amanecer para coger el taxi que compartía con otros viajeros que buscaban la
suerte del día. Allí, entre el silencio de la noche, tenía que soportar el roce
de algún que otro ocupante que se acercaba más de la cuenta hasta tocar sus
muslos y sus senos. El trayecto entre Tetuán y la frontera podía ser un
calvario, pero nada comparable con el sufrimiento que venía después. La cola de
entrada a Ceuta era más llevadera porque aún sus espaldas se encontraban ligeras
de equipaje, aunque se podría convertir en una pesadilla si no llegaba a tiempo
antes del paso de miles de personas, que al igual que ella, cruzaban a diario
para “buscarse la vida”
A las siete de la mañana ya se encontraba
Yousra en Ceuta, adquiriendo las mercancías en las naves del Tarajal y cargando
a sus espaldas los fardos con todo tipo de productos. El peso de estos fardos
podía llegar a ser hasta de 50 kilos y si las circunstancias eran favorables
podía cruzar la frontera varias veces al día y conseguir mayores ingresos.
La mayoría de las veces, se producía un
embotellamiento por la avalancha de porteadoras y la policía española las trasladaban
a la playa cercana a la frontera, antes del retorno a su país, Allí se mantenía
a la espera del desalojo de las llamadas “jaulas”,
lugar por donde se cruzaba de un lado a otro de la frontera. En la arena de la
playa, apelmazadas unas con otras, sin poderse mover, cargada de mercancías y
de indignación, soportaba todo tipo de adversidades, tanto por las inclemencias
del tiempo: frío y levante en invierno, y sol abrasador en verano, junto con el
hambre, la sed y el esfuerzo de controlar las necesidades físicas y
emocionales.
Al caer la noche, hacía el último intento
de transportar los kilos que encorvaba su cuerpo, aunque en muchas ocasiones
corría el riesgo de que fueran requisados por la policía marroquí y el esfuerzo
y el sufrimiento de tantas horas de trabajo se quedaba sin recompensa. El
dinero recaudado en el día dependía del número de portes que podía hacer, así
como del peso de los fardos que cargaba. Si sufría un accidente en el lado
español podía tener la suerte de ser atendida, pero si ocurría en el lado
marroquí su trabajo debía continuar sin atención médica, ya que un día sin
trabajo, era un día sin ingresos.
Yousra ha sufrido en todos estos años todo
tipo de agresiones tanto por parte de la policía española como de la marroquí. Está
encorvada y su cara llena de profundos surcos reflejan el dolor de los 50 kilos que cargaba a diario. La falta de recursos
económicos y las carencias educativas por ser analfabeta y desconocer la lengua
de nuestro país, la hacen más vulnerable que muchas mujeres.
Ella, sin saberlo, ha sido la pionera por
denunciar ante las cámaras, cansada de tanta injusticia, la situación de
precariedad laboral, de sufrimiento, de maltrato y de acoso, motivada por la
impotencia al ser testigo directo de la muerte de dos de sus compañeras en una
avalancha, donde fueron pisoteadas y resultaron heridas muchas de ellas.
Un
año después del cierre de la frontera, Yousra añora el sufrimiento de antaño,
quisiera sentirlo de nuevo, quisiera soportar el calor, el frío, la lluvia, el
viento, los empujones y las avalanchas. Quisiera volver a cargar los 50 kilos
que le daba de comer a ella y a su familia, porque peor que el peso de esos
kilos, es el hambre que ahora les azota.