La educación es la única arma para combatir las injusticias, las desigualdades y la discriminación

viernes, 4 de julio de 2025

 48 AÑOS EN LA VIDA DE UNA MAESTRA.1977-2025

Este es el año de mi jubilación , después de 48 años trabajando como maestra, he llegado al final del camino. Son muchos los colegios donde ejercí, muchos los alumnos y alumnas que traté y muchas las experiencias que viví. Estas vivencias aportaron a mi vida momentos mágicos y placenteros. Escribí estos recuerdos para plasmar en unas líneas algunos de esos momentos y para no olvidar nunca todo lo que esta profesión me ofreció.




Resumir 48 años de mi vida, como maestra, en algunas líneas, va a ser difícil, pero comenzaré por el principio.

Nunca pensé que por una casualidad de la vida, yo llegaría a ser maestra, pero maestra de verdad, en todo el sentido de la palabra y además durante 48 años. Yo quería ser enfermera pero el día que me iba a examinar para ingresar en la Escuela de enfermería de Málaga, amanecí con vómitos y mis planes se frustraron , así que decidí, mejor dicho, decidió mi padre que yo tenía que hacer magisterio como mi hermano,  y así me quedaría en Ceuta y se evitarían gastos. 

Terminé la carrera en el año 1976, un año después de la muerte de Franco, así que tenía esperanza de ser, en un futuro , una maestra con más libertad pedagógica de la que había vivido como alumna. Me especialicé en Lengua Castellana y Filología francesa. No supe en ese momento, que esa especialidad de francés me facilitaría, con el tiempo, acceder a las plazas del exterior para dar clase en otro país y disfrutar de uno de los mejores momentos de mi vida profesional.




Aprobé las oposiciones un año después, en 1977. Hice los exámenes de oposición en Sevilla porque en Ceuta no se convocaron plazas. Aprobé a la primera y con 22 años, recién cumplidos, tenía mi primer destino provisional, como funcionaria, en el Colegio Valme Coronada de Dos Hermanas, a 17 km de Sevilla. Allí me estrené como maestra y fue allí , donde descubrí el disfrute de mi profesión. Comprobé que había acertado, y que el ser maestra era mi verdadera vocación, vocación que me acompañaría hasta mi jubilación .Tuve un quinto de primaria formado por 35 alumnos que despertaron en mí la ilusión por enseñar y por darle además de conocimientos, cariño y dedicación a sus deseos. Allí comencé con mis primeras obras de teatro, salidas extraescolares,  viajes de estudio y tantas otras actividades extraescolares y complementarias que me llenaron de satisfacción y me acercaron a un alumnado carente de actividades fuera del aula

Me dieron la plaza definitiva dos años después en 1980, en el pueblo minero de Aznalcóllar. En el mes de agosto visité ese pueblo perdido entre Sevilla y Huelva. Me recordó los pueblos vacíos de las películas del oeste porque un sol de justicia espantaba a sus habitantes y los hacía dormitar entre las pequeñas casas de la única calle que tenía el pueblo. Sólo tenía un centro de infantil  y primaria, C.P. Las Erillas,  con jornada partida de mañana y tarde. Me tocó, lógicamente , la tarde, un tercero, lo que nadie quería, por ser la última y la más joven del claustro .Recuerdo poco de ese segundo destino, sólo el cariño de mis compañeros  que me arroparon mucho en un embarazo de mellizos con riesgo de aborto, por lo que estuve más tiempo de baja que en activo.

En 1982 volví a pedir un nuevo traslado, y por supuesto,  tenía claro que volvería al pueblo que me acogió por primera vez y donde pasé momentos inolvidables. Dos Hermanas fue mi siguiente destino y allí trabajé en el mismo colegio, Valme Coronada, con adolescentes de sexto, séptimo y octavo, que no estaban muy alejados de mi edad y por lo tanto fue muy fácil conectar con sus gustos e intereses. La jornada laboral era de mañana y tarde, por lo que tenía la sensación de estar todo el día en el colegio envuelta en actividades escolares Disfruté de mis adolescentes compartiendo con ellos parte de sus intereses y preocupaciones,  y por primera vez, pude dar la asignatura que más me gustaba , la de Lengua y Literatura. Me realicé plenamente explicando a los escritores que admiraba, leyendo sus poesías y representando sus obras de teatro. El gran descubrimiento de esta época fue que a pesar de que ya era madre de mellizos, nunca me pesó ir al colegio, aunque el cansancio y el trabajo me desbordaban, descubrí que era, precisamente la escuela el lugar donde podía desconectar de mi papel de madre y de mis tareas domésticas y que allí, volvía a ser yo misma, la maestra que disfrutaba entre chiquillos, en el aula con olor a goma, a lápiz y a tiza. Aún, a pesar de los años, sigo manteniendo contacto con algunos de esos alumnos con los que compartí tantas vivencias y que con el tiempo se convirtieron en mis amigos.



La añoranza por mi tierra natal  hizo plantearme un nuevo cambio profesional. Quería volver a Ceuta, el lugar donde nací, donde había estudiado mi carrera y donde se encontraba mi familia. Era difícil obtener allí una plaza porque era una ciudad muy demandada, no sólo por los propios residentes, sino también por los penínsulares. Era un ciudad muy golosa por la diferencia de sueldo con respecto a la península. En 1985 concursé de nuevo, y cansada de solicitar plaza en Ceuta sin éxito, opté por acercarme a mi tierra y pedí Los Barrios, pueblo a pocos kilómetros de Algeciras y muy cercano a Ceuta.Me costó dejar mi querida Dos Hermanas, a mis alumnos,a  las familias, compañeros y amigos pero pronto me adapté al nuevo colegio, Maestro Juan González. Era un centro grande con tres líneas y jornada de manaña y tarde. Más de la mitad del claustro era de Ceuta  y la mayoría conocidos de mi promoción o de otras cercanas a la mía.Allí me encontré como en casa. Me dieron una vivienda de maestros que se separaba del colegio por un muro, por lo que mi vida transcurría entre la escuela y la casa en la que mis vecinos eran mis propios compañeros de clase. Nuevamente fui la más joven del centro, por lo que me tocó hacer de secretaria y me dieron el curso que nadie quería, el de los repetidores conflictivos .Le llamaban Curso del Certificado porque de allí, tras varios cursos repitiendo hasta los 16 años, podrían obtener el certificado de estudios primarios. No me importó, trabajé con ellos y conseguí que algunos obtuvieran su título. Al año siguiente volvi a dar de nuevo la segunda etapa y Los Barrios me dio la oportunidad de conocer otra forma de trabajar, con tan sólo cuatro centros se realizaban semanalmente coordinaciones intercentros que me enriquecían compartiendo experiencias y metodologías. Participé en muchos cursos de formación por estar el Centro de Profesores muy cercano y compartí mis experiencias educativas con otros docentes. El colegio Juan González supuso para mí , innovación, compañerismo, nuevos proyectos y dedicación plena a mi trabajo como docente. Fueron muchas las actividades que realicé por primera vez con mi alumnado, entre ellas la celebración del Carnaval tan arraigada a la provincia de Cádiz, donde participaba todo el claustro  y las familias.Mis compañeros fueron además mis amigos, disfrutábamos juntos tanto en el centro como en la calle, compartiendo tiempo de ocio y de trabajo.





A pesar de sentirme plena profesionalmente, no dejé de pedir todos los años mi ciudad .Por fin conseguí mi destino deseado en Ceuta en 1991 en el colegio Vicente Aleixandre. Por primera vez en 14 años que llevaba ejerciendo, pude impartir el francés. El centro era pequeño y de una sola línea. Volví a impartir también clases de lengua  en la segunda etapa. Era mi primera experiencia con alumnado de culturas distintas compartiendo el mismo aula. A pesar de haber nacido y vivido allí, me encontré con una ciudad desconocida para mí , al menos en el ámbito educativo. 

La adaptación a mi ciudad fue muy difícil porque la forma de trabajar y las metodologías que se llevaban a cabo, estaban a años luz de las que yo había impartido en Los Barrios. La jornada intensiva de mañana favoreció que la tarde la pudiera ocupar en cursos de formación y en asistir a la Escuela de Idiomas para perfeccionar mi francés. Hice una nueva especialidad de infantil en la Escuela de Magisterio, especialidad que me sirvió años después  para obtener una plaza en Marruecos.






Tuve un paréntesis de tres años en el que mi labor docente se paralizó porque en 1995 me ofrecieron una liberación sindical en CCOO. Supongo que ese ofrecimiento surgió porque siempre fui a todas las huelgas y manifestaciones que se hacían en defensa de nuestros derechos y alguien se fijó en esa maestra nueva que estaba siempre en movidas reivindicando justicia. Estuve en CCOO tres cursos llevando la acción sindical y la Secretaria de la Mujer. El  sindicato, a pesar de no conocer nada sobre el, supuso un gran descubrimiento. Aprendí mucho en esos años y valoré el trabajo del sindicalista, tan mal considerado. Viajé y asistí  a muchos cursos de formación. Conocí cómo era la educación en el resto de  España y en los otros centros educativos de Ceuta y sobre todo, afiancé mis ideales al estar con compañeros que compartían conmigo los mismos planteamientos educativos, sociales y políticos. Aquí fue donde empezó mi lucha por defender los derechos de la mujer, ya que comenzaban en España las primeras reivindicaciones, manifestaciones y actos para visibilizar el papel de la mujer en una, todavía, joven democracia .Fueron en estos años cuando aprendí a  hablar en público en asambleas, donde organicé cursos de formación para docentes y donde participé como ponente en jornadas con total convencimiento de la necesidad del cambio que había que llevar a cabo a nivel educativo y social en una España
 que no paraba de aprobar leyes educativas según el partido que gobernara.







En el año 1998, después de tres años de intensa actividad sindical, decidí volver al aula. Me examiné en Madrid de las plazas que se ofertaban para el exterior y aprobé. Conseguí una plaza en el colegio Jacinto Benavente de Tetuán por la especialidad de Educación Infantil. Fueron seis años de intensa actividad en esos niveles . Me estrené  en esa difícil etapa y descubrí, con gran sorpresa, que era la  más difícil por la que había pasado, pero a la vez , la que más satisfacciones me proporcionó. Trabajar con alumnado de tres a seis años, era una novedad para mí, y con la dificultad de que no hablaban mi idioma. El período de adaptación de tres años se hacía eterno por el llanto desconsolado de un alumnado que no se podía comunicar conmigo y que nunca antes había asistido a guarderías, ni se habían separado jamás de su entorno familiar. Disfruté de esos seis años, realizando con ellos múltiples actividades para el acercamiento de la lengua y la cultura española. El interés de las familias, el respeto y reconocimiento a la labor docente ayudaron a mi adaptación a otro país. Fueron años difíciles porque el horario era de mañana y tarde, sin apenas tiempo para descansar a mediodía. A mitad de semana volvía a Ceuta, haciendo un recorrido de 40 kilómetros de ida y vuelta y con una frontera donde las colas eran interminables, pero solo recuerdo los besos y abrazos de mis pequeños a la entradas y salida del colegio , que me compensaban de tantas dificultades.





Después de ejercer seis años en Marruecos, se terminaba nuestra adscripción en el exterior y era obligatorio concursar de nuevo. Volví a Ceuta y quise probar en otros niveles de la enseñanza, ya que la agotadora actividad en infantil me había dejado exhausta y necesitaba un cambio. Solicité una plaza en un centro de adultos y tuve la suerte de conseguirla.

En el 2004 mi nuevo destino fue el Centro de Adultos Miguel Hernández en horario de tarde y noche. Lo que en un principio, el horario pudo ser un inconveniente, cuando fueron pasando los días,  me proporcionó la ventaja de disfrutar de las mañanas libres, ventaja que nunca había tenido en muchos años. Me propusieron dar, como novedad en el centro, el Español para Extranjeros, debido a mi experiencia en la enseñanza de esta materia en Marruecos. Enseñar el español a personas adultas me proporcionó una nueva experiencia, que no suponía grandes esfuerzos, por ser personas que venían a aprender de  forma voluntaria y con un gran interés. No había esos recreos bulliciosos y agotadores, no había padres y madres demandando una continua información y había una gran flexibilidad de horarios, un agradecimiento diario a mi trabajo y una afectividad desmesurada ante cualquier esfuerzo que hacía para que aprendieran. Además de enseñar el español, debía de alfabetizar porque , en su mayoría, se trataba de mujeres musulmanas analfabetas, que además de no comprender, ni hablar el español, no sabían ni leer ni escribir. Era algo parecido al trabajo que realicé en Tetuán , con la diferencia que el alumnado era una verdadera esponja que todo lo asimilaba y aprendía en poco  tiempo. En este caso, se trataba de mujeres que, en su mayoría, iban y venían a diario desde el norte de Marruecos para trabajar como empleadas de hogar. Tenían mucha  dificultad para aprender la lengua por la falta de estímulos externos. También había  mujeres de Ceuta, de las zonas periféricas que no habían salido del barrio o que abandonaron la escuela en edades tempranas.  La metodología y los recursos empleados para conseguir el objetivo deseado, eran muy distinto a los anteriores, así como el tiempo empleado. El ritmo de aprendizaje no era el mismo en cada alumna, por lo que había que impartir una enseñanza más individualizada. La necesidad de ofrecerles otra visión del entorno en el que vivían y el de ofrecerles modelos distintos de los  que tenían en su vida diaria, me motivó para trabajar con ellas muchos temas transversales relacionados con la igualdad de género y la interculturalidad, así como el realizar salidas y excursiones tanto dentro , como fuera de la ciudad, estas  actividades eran de gran importancia,  ya que la mayoría de ellas no habían salido nunca del barrio donde vivían.







En el verano del 2009 me llamaron desde el Ministerio de Educación para ofrecerme la dirección de un colegio de primaria. Mi sorpresa fue muy grande cuando me dijeron que se trataba del mismo centro, CEP Vicente Aleixandre, donde había ejercido antes de irme a Marruecos. El colegio se había quedado sin dirección, al dimitir la directora, y ningún miembro del claustro quería asumir esa responsabilidad. En un principio dije que no. La presión fue muy grande, amparándose de que era un centro que ya conocía y que sería solo por un año. El dejar a mis alumnas, donde el progreso de su aprendizaje era notorio,  y la situación laboral cómoda que tenía me hizo rechazar el ofrecimiento , pero el Director Provincial de entonces, no se conformó con ello y siguió insistiendo. Le puse como condición que aceptaría si me iba con mi propio equipo directivo, al menos con la jefa de estudios. Aceptó y yo se lo ofrecí a una amiga y compañera que le acababan de dar como nuevo destino Ceuta. El 1 de septiembre del 2009 me presentaba en mi antiguo centro de primaria, como directora del mismo. El colegio que me encontré no tenía nada que ver con el que dejé en el 98. Sólo había cuatro compañeros de la antigua plantilla, el resto era profesorado nuevo y más joven .El alumnado musulmán había aumentado considerablemente y todos vestían de uniforme. Procuré ,en un principio, continuar con las mismas normas de funcionamiento que se habían llevado con el anterior equipo directivo y acepté con entusiasmo todos aquellos proyectos que estaban incluidos en la Programación General del Centro. Era un colegio pequeño con implicación de las familias que en su mayoría eran de una clase media baja y con un alumnado nada conflictivo. A lo largo de mis años como docente había desempeñado distintas funciones, pero nunca quise ejercer como directora, por lo que la misión que tenía por delante iba a ser difícil y de mucha responsabilidad. Mi objetivo  sería hacer un centro en el que lo principal sería atender las necesidades del alumnado e incluir a las familias en el proceso educativo. Esta oportunidad me llegó sin pedirla. El Centro de formación del profesorado de la ciudad me ofreció poner en marcha un proyecto de transformación de centro y convertirnos  en una Comunidad de Aprendizaje, bajo las premisas de la escuela inclusiva de Ramón Flecha. Tras la aprobación del claustro, del Consejo Escolar y de muchas jornadas de formación, comenzamos esa transformación y durante los seis años que estuve ejerciendo como directora el colegio se abrió al barrio con implicación de las familias y de distintos agentes externos que participaron activamente en todas las actividades que llevamos a cabo .Esos años fueron muy enriquecedores porque además de liderar un proyecto en consonancia con mis ideales educativos ,me dieron la oportunidad de conocer y valorar la dedicación generosa que hacen las mayoría de los directores para sacar adelante el funcionamiento de los centros educativos. Fueron años de mucho trabajo, pero llenos de ilusión donde conocí el funcionamiento de la administración y aprendí que lo más importante de  todo proceso educativo es atender al alumnado y poner a su disposición todos los medios necesarios para que todos tengan las mismas oportunidades independientemente de su clase social o de su religión.






Después de seis años de una gran dedicación a mi labor como directora, me planteé que debía volver a ser la maestra de siempre y ejercer mis funciones como docente para no olvidar mis verdaderas raíces, así que no renové mi cargo y volví de nuevo a mi centro de adultos Miguel Hernández. Aquí continué trabajando en los niveles más bajos de alfabetización pero impartí también, como novedad en mi práctica docente, el área de Sociales en primero y segundo de Educación Secundaria. Conocer este alumnado que representaba el fracaso escolar de todos los institutos de Ceuta, volvió a suscitar en mí una nueva ilusión por la enseñanza y sobre todo un nuevo reto. Era en su gran mayoría alumnado musulmán que no había superado la enseñanza obligatoria en sus antiguos institutos y que se proponía sacar este título en el centro de adultos al cumplir la mayoría de edad. Estos alumnos tenían el inconveniente que casi todos habían sido absentistas, sin ningún interés y con escaso nivel educativo 

A los dos años de mi retorno al centro de adultos cambió el equipo directivo y me propusieron la Jefatura de Estudios, supongo que por mi  experiencia como directora en el colegio anterior. Ejercí  este cargo durante cinco años  y compaginaba esta función con las clases de español y alfabetización en los niveles más bajos. Realmente lo que más satisfacciones me producía era el contacto con mis alumnas y mi labor como docente. Como Jefa de Estudios coordiné todas las actividades extraescolares del centro, y fueron muchas las que se llevaron a cabo para enriquecer y formar a un alumnado con muchas necesidades culturales, tanto por el desconocimiento de la lengua como por su lejanía al entorno social de la ciudad.









Este, mi último curso 2024-25, anterior a mi jubilación, decidí dejar el cargo de Jefa de estudios, después de cinco cursos, y terminar mi último año, igual que empecé en el año 1977, como maestra , que es como realmente me he sentido realizada en mi profesión.

Para finalizar este relato, que  son pinceladas de estos 48 años de maestra, solo puedo decir que mi vida profesional me ha llenado de enormes satisfacciones y que nunca me arrepentí de haberla ejercido. El cariño y reconocimiento de mi alumnado ha sido la gran recompensa a las dificultades encontradas en el camino.

 Educar no es solo aportar conocimientos a nuestro alumnado, es también un acto de amor hacia él.