La educación es la única arma para combatir las injusticias, las desigualdades y la discriminación

domingo, 17 de marzo de 2024

 RELATO DE MIEDO.

El Club de Lectura nos propuso como libro para comentar y debatir  Los Relatos de miedo de Edgar Allan Poe . Tras su lectura, surgió la idea en escribir algún relato que fuera de miedo o de suspense.. Paseando un día por el camino que lleva al Hacho, contemplé la antigua cárcel de mujeres, tan abandonada y olvidada por todos. Me inspiró este relato que solo quiere ser un recuerdo a aquellas mujeres que estuvieron allí encarceladas y ejecutadas en algunos casos.


LIBERTAD.

.Subiendo la cuesta del Sarchal, hacia el monte Hacho, se elevan tres majestuosas torres de cemento con grandes ventanales y rejas cuadradas, que simulan una tela metálica. Gracias a ellas, cuando te acercas, puedes divisar desde el interior de la vivienda preciosas vistas, tanto a la bahía norte como a la bahía sur y las rejas no impiden ver la inmensidad del mar a la izquierda y el puerto de Ceuta, a la derecha.

Con bastante frecuencia solía deleitarme contemplando ese bello paisaje desde un quinto piso de una de esas torres, pero también, a veces, disfrutaba de grandes paseos por los alrededores, ya que existe un sendero que lleva hasta el monte Hacho, siempre bordeando el mar y contemplando los acantilados. La primera bajada, antes de la subida al monte, lleva a una pequeña playa. Si sopla el aire de poniente, la playa está limpia y transparente e incita al baño porque se puede contemplar hasta el fondo marino. En un montículo cercano a la orilla se alza la antigua cárcel de mujeres, hoy en ruina, a pesar de haber sido declarada como bien de interés cultural en 1995. Se construyó como Fuerte en el siglo XVIII y en 1936, con la sublevación, se habilitó como cárcel. Allí estuvieron encerradas muchas mujeres ceutíes y también hubo fusilamientos y ejecuciones. Desde 1945 esa cárcel es un edificio abandonado y lugar de juegos y de refugio de personas sin hogar. Sus paredes están llenas de agujeros por la humedad y pintadas de grafitis.

Cuando bajaba a la playa me gustaba contemplar desde fuera sus gruesos muros y pensaba en el sufrimiento de aquellas mujeres apartadas de sus seres queridos y privadas injustamente de su libertad. Alguna vez, me atreví a entrar en el interior del edificio y aunque su aspecto presentaba un estado deplorable, la luz que se filtraba por todas sus ventanas y agujeros le daban un aspecto misterioso y hasta bello, que hacían desaparecer en mí cualquier temor y rechazo por el lugar, a pesar de que sus paredes húmedas parecían derramar lágrimas de pena y dolor. Deambular por el interior y observar cada una de las celdas y dependencias del edificio hacía imaginar cómo sería la vida de aquellas mujeres en su día a día, donde la única luz de esperanza que entraba por aquellas ventanas, que ya no conservan sus rejas, era la luz del sol y la brisa del mar tan cercano.

Hace algunos años, pasé casi todo el verano disfrutando del baño en esa playa, entre las rocas del acantilado, con la sola compañía de mi libro y el rumor de las olas. Hacía mucho tiempo que no me acercaba a  esa cala. Para acceder a ella, es necesario bajar por un empinado sendero de tierra que va desde la carretera del Sarchal hasta la orilla del mar, y a la izquierda del camino, entre pocos arbustos y escasa vegetación, se encuentra la cárcel. Al caer la tarde, cuando finalicé mi baño y subía el sendero de vuelta a casa, no pude impedir acercarme, una vez más, al antiguo penal. Fue como si una fuerza externa me llamara a detenerme en él para dedicarle algunos minutos a la memoria de los cientos de mujeres que habían sido recluidas en ese lugar. Recorrí sus dependencias, me paré en el patio interior y allí permanecí unos minutos contemplando las puertas de las habitaciones que daban a ese lugar. Accedí hasta lo que supuestamente era el lavadero, porque allí se encuentra una pila grande que serviría para que las mujeres pudieran lavar su ropa. Estaba observando los distintos dibujos y mensajes de grafitis que afeaban la pared y mis ojos se detuvieron en uno de esos dibujos con mucho interés. Era un ojo pintado de negro dentro de un gran triángulo que, al verlo,  me erizó la piel porque parecía que derramaba una lágrima real. Me acerqué con más temor que curiosidad y supuse que esa lágrima no era más que una gota de humedad que se desprendían del muro debido a la cercanía del mar y al levante que azotaba en la ciudad desde hacía varios días. No quise, ese día, seguir visitando el paraje y me fui a casa con gran malestar y congoja por la dejadez del lugar y por la pena de aquellas mujeres que habían vivido entre esas paredes durante su exilio.

A la semana siguiente volví a bajar a la playa para disfrutar de un caluroso día de poniente. El mar olía a burgaíllos y a lapas , y el agua invitaba al baño por ser un espejo donde se transparentaban todas las piedras del fondo y se veían los peces nadar alrededor de las rocas. A veces miraba atrás para contemplar el edificio porque me parecía escuchar algunas voces, como lamentos, que salían del lugar y pensé que provenían de un campo de futbol cercano donde se encontraban algunos chicos disputando un partido, a pesar de las altas temperaturas del mes de agosto. Cuando llegó el momento de la vuelta a casa y pasé otra vez por el sendero que conduce a la salida de la playa, volví a oír las voces y comprobé que el partido de fútbol había terminado y que aquellos gritos provenían del interior de la cárcel. Me atreví a entrar una vez más,  pero no quise introducirme muy dentro, por temor de que esos sonidos fueran de algunos inmigrantes que utilizaban con frecuencia el lugar como asentamiento, pero desde una de las entradas vi que allí no había nadie, el lugar se encontraba vacío. Aunque aún había claridad y se podía apreciar sin dificultad el interior del edificio, el sol estaba casi poniéndose, y el cielo adquiría un color rojizo que le daba a los muros un tono anaranjado, esto no impidió que el dibujo del ojo pintado en la pared brillara , a pesar de estar oscureciendo. Me acerqué a él y de nuevo observé las gotas de agua que salían como si de lágrimas se tratara. Pegué el oído a la pared y entonces escuché como llantos y lamentos que, sin duda, provenían de aquellas paredes y no del campo de fútbol como había pensado con anterioridad. El miedo se apoderó de mí en ese instante y me apresuré a salir muy rápido del patio interior, con el temor de que las voces fueran de algunas personas que se escondían en la azotea de arriba y que mi vista no alcanzaba a ver.


Esa noche apenas pude dormir pensando en aquellas voces y en las dudas de su procedencia. Decidí que volvería al día siguiente cuando la luz del sol estuviera iluminando bien el penal y subiría a la azotea para divisar bien todo el recinto. Tenía que descubrir si los lamentos eran fruto de mi imaginación o si en realidad, procedían de algunas personas que se alojaban cerca del lugar.

Al día siguiente cuando el sol aún no había alcanzado su plenitud, bajé la vereda que lleva a la playa y me adentré en el interior de la cárcel sin detenerme en las habitaciones interiores. Subí directamente a la azotea y me asombré de sus maravillosas vistas y de la pureza de la brisa del mar que llegaba hasta allí. Pensé que ese sería el lugar preferido de las presas, donde, al menos, podrían disfrutar de aires de libertad contemplando ese bonito paisaje. El barrio del Sarchal quedaba a pocos metros del lugar por lo que algunas de esas mujeres podrían divisar las figuras difusas de algunos de sus seres queridos desde la lejanía, aunque no pudieran abrazarlos. Estaba tan ensimismada en mis propios pensamientos que no advertí que de nuevo las voces parecían salir de algún lugar cercano. A esa hora apenas había gente en los alrededores y tampoco bañistas que disfrutaran del baño de las primeras horas del día. El silencio de la mañana me permitió escuchar con más exactitud que se trataba de voces que gritaban nombres , como si llamaran a personas que estuvieran en el barrio cercano. Bajé con mucha premura las escaleras que me llevaban al fondo del patio y allí el sol, de nuevo, volvió a darle luz al ojo pintado en la pared que vertía gotas de agua de manera ininterrumpida, al acercarme comprobé que eran lágrimas que habían hecho pequeños surcos en la parte de abajo del viejo muro y que parecían letras. Me aproximé aún más y pude leer, de manera confusa, algunas de aquellas palabras que decían LIBERTAD. MUJERES OLVIDADAS.


martes, 7 de marzo de 2023

8 DE MARZO: MUJERES QUE INSPIRAN




 (Teresa en su casa de Rio Martil)

Con motive del 8 de marzo mi centro ha organizado una actividad con el nombre de MUJERES QUE INSPIRAN. El alumnado ha elegido una mujer muy significativa en su vida. Ha puesto una foto con una pequeña bibliografía y ha descrito con varios adjetivos a esa mujer tan especial y tan importante para ellos.

Estuve pensando en qué mujer podría elegir que me haya servido de modelo, de inspiración y de admiración durante mucho tiempo. No fue difícil encontrar, al instante, el nombre de Teresa Tuñón

Conocí a Teresa en el año 2002 en Tetuán, cuando yo ejercía allí en el colegio español Jacinto Benavente. Era amiga de un compañero y ambos habían trabajado juntos en Almuñécar. Teresa ya estaba jubilada y rondaba los setenta años. En esos momentos se dedicaba a viajar sola por el mundo, disfrutando de los países que eran especiales para ella con el fin de conocer sus costumbres, su gastronomía y su forma de vida. Viajaba siempre ligera de equipaje y en esta ocasión eligió Marruecos. Nada más conocerla supe que era una mujer especial, distinta al resto de las mujeres que yo conocía y, sobre todo, nada tenía que ver con las de su edad. Vivía en un pueblo de Asturias y como buena asturiana era fuerte y valiente, como lo demostró hasta el final de su vida.

El primer año, pasó poco tiempo entre nosotros, pero el suficiente para saber que se podía hablar con ella de cualquier tema y que compartíamos ideologías, aficiones y formas de vida. A partir de ese año, no dejó de ir a Marruecos y pasó grandes temporadas allí, primero fue en Kabila, después en Rincón y sus últimos años los pasó en Río Martil. Llegaba al finalizar el verano, cuando el calor aminoraba y los días se hacían más cortos. En un principio su estancia duraba hasta enero, según decía ella, hasta después del cumpleaños de su madre, y a medida que fueron pasando los años, su estancia se prolongaba cada vez más. En los últimos años disfrutaba del entorno marroquí desde septiembre hasta junio para quitarse de las heladas asturianas y para ahorrarse los enormes recibos de luz que debía pagar por tener encendida la calefacción. Ella buscaba el mar, el sol, y el lugar adecuado para sentirse en paz y disfrutar de los momentos que el presente le ofrecían

Se despertaba al amanecer para ver desde su balcón los primeros rayos de sol reflejarse en el mar y después de hacer sus ejercicios para fortalecer una espalda dañada por un accidente de coche, desayunaba en la terraza frente a un espectáculo de colores y olores con sabor a sal. Después salía para hacer el paseo marítimo, a la espera de que abrieran las primeras tiendas del zoco y adquirir todo lo necesario para su ritual culinario. Teresa era una gran cocinera y no sólo disfrutaba cocinando entre sartenes, perolas, cucharas de palo y otros enseres de cocina, sino que también le encantaba agasajarnos para saborear sus diversos platos representativos de los distintos países que había visitado. Las fabas y las natillas eran su gran especialidad y nos invitaba por grupos reducidos en distintos sábados del mes, porque no cabíamos todos en su casa. Los ingredientes de estos platos asturianos los recibía por correos porque debido al peso, no podía cargar con ellos durante el viaje. Todos recibíamos con ilusión la invitación a degustar ese exquisito plato, no solo porque suponía el disfrute de su sabor, sino también porque aseguraba las charlas interminables sobre política, religión, libros, cine, etc …acompañadas de copas de sidra y de vasos de té con hierba buena. Ella participaba activamente en todos esos debates con gran conocimiento en todos los temas, y con un criterio tan actual y convincente que prevalecía por encima de los nuestros. Lo hacía entre lanas y agujas de croché, mientras   escuchaba, opinaba serenamente, y era capaz de enlazar los puntos sin mirar siquiera la labor que realizaba. 

Fue concejala por Izquierda Unida en Almuñécar mientras ejerció allí como profesora de comercio y sólo cuando las conversaciones giraban en torno a los políticos de derecha y sus distintas intervenciones en el país, era cuando mostraba abiertamente su irritación y su rostro se encajaba diciendo: -No puedo con ellos. Sus ideas políticas no se quedaban en la teoría y en el debate, participaba activamente en todas aquellas manifestaciones que reivindicaban sus ideales. Fue capaz de embarcarse con un grupo de brigadistas asturianos y viajar a Bagdad para estar al lado del pueblo iraquí, que había sido injustamente invadido, viviendo en primera persona cómo fueron los bombardeos que mataron a tantas víctimas inocentes. Esta experiencia la plasmó en su libro “Diario de una abuela brigadista” y en la grabación de un corto “Apuntarse a un bombardeo” que fue financiado y presentado por CCOO en la fundación Muñiz Zapico.

En el tiempo que permaneció en Río Martil, fue una activa voluntaria de la Asociación Lerchundi, ubicada en la antigua iglesia cerrada al culto religioso en 1980 y dedicada a la cultura y a la ayuda humanitaria en el año 1996. Teresa colaboró con la biblioteca, dio clases de contabilidad y español, organizó talleres, preparó exquisitos platos para campañas benéficas, y aportó todo su saber y experiencia en beneficio de los demás. Su voluntariado se extendió también en la asociación Digmun de Ceuta y además de contarnos su experiencia como brigadista en la guerra de Iraq dentro de las actividades que programamos para el Día de la Paz, también tejió mantas de croché para venderlas y ayudar a nuestros usuarios más necesitados y confeccionó múltiples objetos de manualidades para el mismo fin.

                                 ( miembros de la asociación Digmun)

Algunos fines de semana viajábamos hasta Río Martil para repartir ayuda humanitaria y colaborar con otras asociaciones del norte de Marruecos. A veces  nos acompañaba y disfrutaba con gran placer, sobre todo, cuando hacíamos la parada en Rincón para comer las exquisitas sardinas al carbón. En otras ocasiones, yo me quedaba el sábado y el domingo en su casa y eran esos los momentos en los que compartíamos vida y experiencia mientras ella me enseñaba a hacer croché y yo me esforzaba en que los puntos no  se escaparan de la aguja.

Aprendí mucho de Teresa, aprendí que la edad no es un obstáculo para seguir luchando por lo que creemos, sin desfallecer, que la soledad no es tan mala, si es elegida, que la belleza perdida de la juventud es superada con creces por la belleza interior, y que nunca es tarde para realizar los sueños que hemos anhelado durante mucho tiempo.

Teresa enfermó de un cáncer de esófago. Solicitó y luchó por conseguir la eutanasia para morir dignamente y murió en agosto del 2022 con 87 años en su casa de Quirós (Asturias).

Murió tal y como vivió, luchando por una causa justa.


                                     (fin de año en R.Martil)


 

miércoles, 22 de febrero de 2023

UN AÑO DESPUÉS DEL CONFLICTO EN UCRANIA

LAS VÍCTIMAS MÁS INOCENTES DE LA GUERRA:

 Desde el año 2005 hasta el 2013 un grupo de familias de Ceuta se solidarizaron con los orfanatos ucranianos y decidieron acoger, de forma temporal, a menores que residían allí. El programa se llamaba “Saneamiento de menores ucranianos en período vacacional”. Esta iniciativa surgió de forma espontánea ya que fue una madre de acogida la que escuchó un llamamiento en la radio, donde se informaba de la necesidad de encontrar familias que se ofrecieran para esta causa. Inicialmente fueron cuatro familias las que se atrevieron a llevar a cabo tan difícil misión acogiendo a cuatro menores. En los años siguientes se fueron sumando familias y aumentaron los menores hasta llegar a ser, en ocasiones, más de quince niños que aprendieron hablar español, conocieron nuestra cultura y forma de vida y encontraron el afecto y el cariño que se les había negado en su corta vida. Muchos de estos menores, hoy jóvenes, dejaron de tener contacto con su familia por distintos motivos. Otros, sin embargo, siguieron teniendo comunicación frecuente y lazos afectivos con ella.


            ( menores ucranianos acogidos por familias de Ceuta)

 Al estallar la guerra, el 24 de febrero, solo las mujeres y los niños pudieron escapar de ese infierno y llegaron cargados de maletas y juguetes a la frontera polaca sin maridos o padres puesto que el gobierno prohibió la salida a todos los adultos en edad de combatir. Ante esta nueva situación muchas de las familias de acogida quisieron conocer el paradero de estos chicos. En la mayoría de los casos, no consiguieron ninguna información, pero en otros, consiguieron contactar y traerlos de nuevo a Ceuta, a pesar de los múltiples inconvenientes que esto supuso. Los menores que se encontraban en orfanatos, bien porque no tenían familias o porque estas no tenían recursos para poder mantenerlos, permanecieron en estas instituciones al estallar el conflicto bélico y más de 90.000 menores se quedaron en los orfanatos atrapados sin poder salir.

 Casi siempre son las mujeres y los niños los más vulnerables ante estos conflictos. Muchas mujeres en tiempos de guerra se convierten en desplazadas o refugiadas, a pesar de los peligros a los que se exponen, como el tráfico de personas y la trata con fines de explotación sexual. Los conflictos las separan de sus maridos, hijos y familiares, las dejan solas y en el exilio, las obligan a afrontar en solitario todas las responsabilidades y el cuidado de los hijos que se quedan a su cargo. En esta situación se encuentran muchas mujeres y sus hijos que salieron huyendo de la guerra y se refugiaron en países fronterizos como Moldavia, Polonia o Hungría, donde fueron acogidas por ONG, y otras instituciones. 

Una investigación, que se ha publicado este mes, llevada a cabo por varios periodistas de medios de comunicación públicos, entre los que se encuentra RTVE, bajo el paraguas de la Red de Periodismo de Investigación de la UER ha desvelado que centenares de menores ucranianos están siendo trasladados forzosamente desde Ucrania a Rusia. El Kremlin presume ante la comunidad internacional de estar salvando a los menores, mientras Kiev denuncia que es un “genocidio”, asegurando que la cifra de “menores robados” podría rondar los 13.000. El robo de niños es lamentablemente habitual durante los conflictos armados y Ucrania no es una excepción. Según la investigación, la mayoría de estos menores proceden de orfanatos y centros de acogida, aunque también hay otros que fueron separados de su familia al estallar la guerra, e incluso otros fueron enviados a campamentos de verano y nunca llegaron a ser devueltos. Se apunta también, que una vez que son acogidos por familias rusas, son forzados a recibir mensajes de propagando política rusa, con el fin de ideologizarlos a favor del Gobierno de Putin. Estas son una de las muchas consecuencias que sufren los menores tras un conflicto armado en cualquier lugar del mundo. Al año de estallar la guerra en Ucrania los resultados son devastadores: muchos niños han resultado muertos o heridos, son objeto de abusos sexuales, explotación o tráfico, se quedan sin educación y sanidad, ya que las escuelas y hospitales son destruidos. Los conflictos separan a las familias y dejan a miles de niños luchando por su propia subsistencia y la de sus hermanos.

 La sensibilización y cercanía de las familias que acogieron a menores ucranianos hacia la población infantil afectada por esta guerra, está basada, en gran parte, porque muchas de estas familias visitaron los orfanatos ucranianos, conociendo la realidad de los mismos en primera persona. El contacto directo con estos menores pone de manifiesto el doble sufrimiento que padecen: por sentirse fuera del seno familiar privándoles del cariño y el afecto necesario para crecer de forma saludable durante todos los años que dura su estancia en los orfanatos, y por sufrir todas las consecuencias de una guerra que les priva además de lo necesario para vivir dignamente y crecer de forma saludable hasta convertirse en adultos. 

Tres de estas niñas, ya adultas,  pudieron escapar de la guerra y han recibido  el cariño y el amparo de sus familias de acogida en Ceuta, como cuando siendo niñas venían de los orfanatos ucranianos. Un año después, estas mujeres y cuatro menores siguen a la espera de que la Ciudad Autónoma y su Consejería de Asuntos Sociales les conceda la ayuda que fue aprobada por el Gobierno en el Real Decreto del 1 de Agosto en el que Ceuta y Melilla quedaron excluidas. 

Los niños y las niñas son siempre las víctimas inocentes de los conflictos bélicos.

miércoles, 4 de enero de 2023

DE JARKOV A CEUTA: EL CAMINO DE LA ESPERANZA

 


En Febrero 2022 Vladimir Putin, autoriza una operación militar para invadir Ucrania con el objetivo de frenar los deseos de este país de unirse a las filas de la OTAN, una organización política y militar internacional cuyo objetivo es garantizar la seguridad de su estado. El intento de Ucrania por terminar de romper sus lazos soviéticos y abrazar una mayor occidentalización ha explotado en un conflicto armado a gran escala. El presidente ruso, Vladimir Putin, anuncia en un discurso televisado en plena madrugada una "operación militar especial" para desmilitarizar y desnazificar Ucrania. El Ejecutivo ruso justifica la invasión del país vecino en el marco de una operación de "defensa propia" para acabar con lo que se define como "una amenaza para la soberanía del estado de Rusia y sus intereses", ya que a ojos de Putin se está cometiendo un "genocidio" en la región del Donbás —una región histórica ubicada al Este del país y que está controlada en parte por rebeldes prorrusos— y se considera que las fuerzas ucranianas "nunca perdonarán a los residentes de Crimea y Sebastopol por su libre elección", es decir, por el hecho de votar a favor de su anexión a Rusia en un referéndum en 2014 que para la comunidad internacional se consideró ilegal. Así, se lanza un ataque a gran escala con bombardeos en ciudades como la capital, Kiev, Járkov u Odesa.

El 24 de febrero, buena parte de la población ucraniana empieza a movilizarse para salir del país por el conflicto armado y desplazarse a naciones vecinas, como Polonia, Moldavia o Rumanía, entre otras.

(El Confidencia-24-02-22)


NO ES UN CUENTO DE NAVIDAD

 25 de febrero. La huida.

A las cuatro de la mañana, en el silencio de la noche, se oyó el pitido del móvil avisando que había entrado un mensaje. Supe al instante que, a esa hora, la información del otro lado del teléfono solo podía venir de Ucrania. La guerra había empezado y la negociación entre ambos países había terminado.

Los sollozos, los gritos de Tania y el ruido de los bombardeos me alertaron de que ya habían comenzado la huida del país para salvar sus vidas. Era el 24 de febrero, y Jarkov se despertaba entre el ruido de armas y bombas cercanas que arrasaban todo lo que encontraban a su paso.

Todas sus pertenencias quedaron reducidas a lo que cabe en el maletero de un coche, seleccionando al azar y deprisa qué sería lo más importante para un viaje de ida, sin saber a dónde irían y cuándo volverían.

El pueblo de Tania, a 40km de la frontera de Rusia, se vio invadido por treinta tanques rusos que se preparaban para destruir el puente que les conduciría a la carretera general. El pánico se apoderó de la población y la gente se refugiaba en el metro cercano y en los sótanos de las casas, mientras otros iban en busca de los últimos alimentos que quedaban en los comercios que aún permanecían abiertos. La subida del pan no se hizo esperar y pasó de 18 grivnas a 108. La gasolina empezó a escasear y sólo se permitía repostar con 20 litros por personas. Las colas para salir del pueblo se hacían interminables.

A pesar de que Tania había vivido con anterioridad las consecuencias de la guerra del 2014, y tuvo que salir huyendo de Lugansk con su hija recién nacida, ahora no solo tenía a su hija María de 7 años, sino que habían nacido dos hijos más, por lo que la huida se hacía más complicada y peligrosa.

Cuando ella, sus tres hijos y su marido consiguieron salir de Jarkov, aún no sabían cuál sería la frontera que cruzarían para escapar de Ucrania. Todo dependía de que la carretera que tomaran en ese momento no estuviera cortada y de que los bombardeos les permitieran circular con cierta normalidad. Las opciones parecían estar claras según la información que mantenían entre ellos a través de los chats y de las redes sociales, o cruzaban por la frontera de Moldavia o por Polonia.

Se decidieron por la de Moldavia porque las dificultades del momento aminoraron y los pueblos que se encontraron por el camino aún no habían sido atacados. Mil kilómetros les esperaba hasta llegar a esa frontera.

La primera parada la hicieron a 200 km de Jarkov para poder descansar. Consiguieron algo de comida y una casa. Allí compartieron habitación con otra familia y tres niños más. Habían dejado atrás todo aquello que con tanto esfuerzo habían conseguido: una casa, una familia, unos amigos y una abuela de 85 años que tendría que subsistir sola con un poco de dinero y algunos víveres.

                              (foto hecha desde el móvil)

26 de febrero: La frontera de Moldavia

A las seis de la mañana salieron hacia Moldavia. Esquivaban carreteras generales por el peligro de los bombardeos, y se refugiaban en pueblos aislados para adquirir los alimentos necesarios y continuar el camino. La mayoría de las veces, los comercios mostraban sus estanterías vacías y conseguir pan o leche para los niños era, en muchas ocasiones, una tarea bastante difícil. En algunos pueblos pudieron obtener algún dinero de los pocos cajeros que seguían funcionando, gracias a las aportaciones solidarias de nuestra familia y amistades y a través de la wester Union se les enviaba algunos euros, y la recepción del dinero era inmediata.

No siempre la comunicación con ellos era posible debido a que la conexión con Internet se cortaba y se quedaban sin cobertura. Llevaban varias baterías y en ocasiones cargaban en las gasolineras de cada pueblo y con el gas de sustitución podían viajar bastantes kilómetros. A pesar de ello, podían pasar varias horas sin tener comunicación.

Muchos pueblos habían recorrido, llenos de peligros y emociones, hasta llegar a la zona fronteriza de Moldavia. Allí se encontraron con enormes caravanas de coches, que al igual que ellos, intentaban huir del país para escapar del peligro. Los controles del ejército y de la aduana fronteriza ralentizaban la circulación de vehículos. Decidieron buscar una casa cercana a la frontera para pasar la noche.

Allí los niños pudieron descansar, recargar fuerzas y ánimos para cruzar hacia el país vecino. Eran las 12 de la noche cuando por fin finalizó un día intenso y cargado de miedos, tristezas y preocupaciones.

 

                           (foto hecha desde el móvil)

27 de febrero. La desolación.

Al amanecer llegaron a la frontera de Moldavia, tras varias horas de caravana. El intento fue en vano. El llanto de Tania tras el teléfono me confirmaba que la policía ucraniana les había impedido el paso. El motivo era que sus dos hijos mayores, María y Anatoli, no eran hijos de la pareja actual que les acompañaba en ese viaje y a pesar de que llevaban el permiso del padre para salir del país, no les sirvió de nada. La indignación, la frustración y el desánimo se apoderaron de ellos, y más aún, cuando el policía les comentó que huir era de cobardes, que un buen patriota debería quedarse para defender su país.

Una vez aceptada la dura situación que les tocó vivir ese día, decidieron volver a la casa donde habían pernoctado la noche anterior y descansar para analizar qué otras alternativas tenían para salir del país.

 28 de febrero. Cumpleaños de Tania.

Consiguieron acondicionar la casa porque no sabían el tiempo que iban a pasar allí. Tenían cobertura y en el pueblo cercano consiguieron un cajero que funcionaba. Compraron algunos alimentos en tiendas próximas. Allí no bombardeaban y el pueblo parecía tranquilo.

Intentaron buscar contactos cercanos de policías aduaneras que fueran más flexibles en el control del paso y que hicieran la vista gorda ante tantos inconvenientes. Una de las alternativas que se barajaba era el soborno, aunque no se hablaba de la cantidad que debían pagar.

La escasez de gasolina se hacía cada vez más evidente, las gasolineras se quedaron sin reservas, por lo que no se podían arriesgar a cruzar por la frontera de Polonia, hasta no cargar el depósito. Tampoco podían alejarse demasiado de la casa donde se alojaban, por temor a que se llevaran al marido de Tania a combatir. Estaban reclutando a todos los hombres en edad de luchar. Tania

cumplió 28 años ese día. No hubo tarta de cumpleaños, ni regalos, ni abrazos amigos. Habían perdido todo y el mejor regalo que deseaba Tania era salvar su vida y la de su familia.

 1, 2, 3, 4 de marzo. La espera

Los días transcurrieron lentamente a la espera de decidir la frontera que les permitiera salir de Ucrania. Permanecían en la casita y se abastecían de los pocos alimentos que llegaban a las tiendas del pueblo. Se mantenían informados a través de los distintos chats que daban alternativas para poder cruzar. El precio estimado para garantizar la salida estaba entre mil y cinco mil dólares.

Mientras ellos luchaban por salir de esa pesadilla, Europa se volcaba en apoyos y ayudas humanitarias que no llegaban a su destino. Todos los países fronterizos a Ucrania habían establecido redes para atender a todos los refugiados ucranianos que huían a diario y que superaban el millón de personas. Se establecieron asentamientos, hoteles con recursos humanos y materiales para atender a todas esas personas que huían del horror de la guerra.

Empecé a contactar con distintas ONG españolas que cruzaban por Polonia para sacar del país a mujeres y niños. Muchos autobuses salían de distintos puntos de España con el fin de colaborar en esa difícil misión. Se comentaba a través de los chats, del peligro a que se exponían muchas mujeres al tratar de cruzar solas. Ya se habían organizado grupos al otro lado de la frontera para la trata y explotación sexual de mujeres a través de mafias muy organizadas, sin importarles ni la edad, ni que estuvieran solas o acompañadas de sus hijos.

   (Concentración del CEA Miguel Hernández de apoyo a Ucrania)
 
(Ayuda humanitaria recogida en la asociación Digmun)

5 de marzo. Camino de Polonia.

Salieron de la frontera de Moldavia muy temprano para llegar ese mismo día a la frontera polaca. 400km debían de recorrer hasta llegar al destino deseado. Por cada pueblo que pasaban había un control aduanero que hacían un registro exhaustivo de documentación y de todo lo que había en el coche. Si conseguían llegar a tiempo cruzarían esa misma noche. La información que recibían sobre el buen acogimiento del pueblo polaco les llenaba de esperanza. Se sabía que habían organizado asentamientos con ropa, comida y medicinas. Se estaban habilitando hoteles y muchas familias polacas acogían a los refugiados ucranianos que estaban llegando al país. La idea era llegar a Lublin (Polonia) y esperar allí hasta saber cómo se llevaría a cabo el traslado a España.

El cansancio les impidió pasar ese día hacia Polonia. Una familia ucraniana se apiadó de ellos y les alojaron en una habitación. Un grupo de voluntarios les proporcionaron mantas y alimentos para el día siguiente.

 6 de marzo: Nuevo intento de llegar a Lublin a 100km de la frontera polaca.

Esa zona ucraniana se encontraba tranquila, aún los bombardeos no habían atacado a los pueblos cercanos. Tenían previsto cruzar con el padre de los dos hijos mayores, el exmarido de Tania, para que no le pusieran nuevamente más inconvenientes sobre los papeles de paternidad de los mayores. Al parecer, esa frontera era más permisiva y estaba más tranquila, a pesar de que Polonia era el país que estaba acogiendo mayor número de refugiados. La frontera de Dorohusk se encontraba colapsada cuando ellos llegaron a escasos metros. Cientos de coches y autobuses esperaban en grandes caravanas con el fin de escapar de los bombardeos cercanos. Más de 350.000 ucranianos se dirigían hacia ese pueblo fronterizo de 500 habitantes. En esa frontera varios puestos de ayuda humanitaria atendían a los refugiados con artículos de primera necesidad.

Mientras ellos intentaban llegar a la frontera, nosotros desde España hacíamos las gestiones necesarias para traerlos desde Polonia hasta Ceuta, donde les esperábamos con una gran preocupación. Desde distintos lugares de nuestro país, se habían organizado caravanas solidarias de empresas, sindicatos, particulares, partidos políticos y ONG para recoger a los refugiados en las distintas fronteras ucranianas. Pasábamos horas buscando información de las caravanas y de los lugares donde se encontraban para que pudieran socorrer a Tania y a su familia. una vez que hubieran salido de su país.

El primer intento de pasar fue a pie, ella, su exmarido y los tres niños. Al llegar a la frontera el policía les impidió la salida diciéndoles que solo podían pasar las mujeres y los niños. Volvieron de nuevo al lugar donde habían dejado el coche e hicieron un segundo intento de cruzar con el vehículo. Nuevamente le impidieron el paso con el argumento de que los hombres debían quedarse en Ucrania para defender al país.

Intentaron sobornar al policía para que les facilitara a todos pasar. Esta opción tampoco fue factible y solo les quedaba subirse a los autobuses que trasladaban a mujeres y niños hasta Polonia o volverse de nuevo al lugar de origen.

Tania no tenía consuelo cuando nos narró a través de un audio las negativas de poder salir todos juntos y la pena y el miedo que sentía de dejar a su marido y cruzar ella sola, sin saber qué le depararía el futuro. Había abandonado a toda su familia y todo lo que con tanto esfuerzo había conseguido durante los últimos años.

Se habían establecidos corredores para sacar a los ucranianos del país y nueve autobuses trasladaban a mujeres y niños hacia Polonia. Tania se subió a uno de ellos. Las condiciones de los autobuses eran desoladoras, iban a pie por falta de asientos para todos, sin agua ni alimentos para pasar innumerables horas en ese infierno. Los niños lloraban desconsoladamente por el cansancio acumulado, por el hambre y el sueño de tantas horas de viaje. La esperanza de llegar a Lublin les mantenía con fuerza y la información de que allí recibirían comida y cama, hacía más llevadera la espera.

                                              
                                 (foto hecha desde el móvil)

 7 de marzo. Llegada a Lublin, la desilusión

Quince horas tardaron en atravesar la frontera. Llegaron a la estación de tren de Lublin a la una de la madrugada y se encontraron con una estación abarrotada de refugiados, en su mayoría niños y mujeres, que dormían en el suelo apilados unos a otros para resguardarse de las bajas temperaturas. Los voluntarios les atendieron con té caliente y galletas para recuperar fuerza.

Se subieron a un tren por falta de recursos para ser atendidos en esa ciudad, ya que no disponían de un lugar para dormir y de alimentos para todos. El tren les llevaría a Varsovia y allí podrían, por fin, descansar de tan largo viaje.

La llegada a Varsovia no fue muy distinta de lo que se encontraron en Lublin. La estación estaba repleta de personas en la búsqueda de un lugar para descansar.

Los voluntarios se desvivían para atender a todas las mujeres y a sus hijos que mostraban el cansancio y la fatiga de tantos días fuera de sus casas.

Tania llevaba dinero para hospedarse en un hotel algunos días hasta buscar una solución para su salida de Polonia, pero ni siquiera los hoteles disponían de plazas suficientes para pernoctar esa noche. Después de una intensa búsqueda consiguieron una habitación, gracias a la colaboración de una voluntaria que llamó a todos los hoteles de la ciudad y los subió a un taxi.

La pesadilla del día había terminado y pudieron comer, ducharse y descansar en una cama limpia, a la espera de saber qué ocurriría al día siguiente.


(Ayuda humanitaria recogida en el Colegio V.Aleixandre)

8 de marzo. Despertar en Varsovia.

Durmieron más de doce horas y descansaron plácidamente en camas limpias y cómodas. El día amaneció soleado y cargado de esperanza por un futuro más placentero. Disfrutaron de una ducha caliente y desayunaron copiosamente. Ese día se pasearon por el hotel y sus alrededores. El peligro había pasado. Mientras tanto, nosotros desde Ceuta, hacíamos todo tipo de gestiones para ver cómo traerlos hasta nuestra ciudad. El precio del hotel nos motivaba para acelerar la salida de Varsovia. Era el único hotel con plazas libres, ya que costaba más de cien euros la noche y no todos los ucranianos que habían huido se podían permitir ese pago.

Tras muchas gestiones telefónicas pudimos saber que una caravana solidaria procedente de Barcelona había entrado en Ucrania con varios autobuses y ayuda humanitaria para recoger a refugiados y sacarlos de allí. Tardarían algunos días en llegar a Cracovia (Sur de Polonia) y podrían recoger allí a Tania y a los niños para trasladarlos a Barcelona.

 9 de marzo. Una casa en Varsovia

En el hotel ya le avisaron de que ese día pagarían cincuenta euros más por noche y que les irían subiendo el precio cada día. Aprovecharse de las condiciones de vida de los que huyen de la miseria de la guerra, es la otra cara que muestran los desaprensivos, pero Tania tuvo suerte y también encontró el lado humanitario de la sociedad polaca. Buscamos a través de Margarita, pediatra polaca residente en Ceuta, una alternativa de alojamiento en la casa de una profesora que vivía en Varsovia y allí se trasladaron con sus pocas pertenencias.

Tania me llamó emocionada cuando vio entrar a sus hijos a la casa, e irse derechos a un dormitorio donde se encontraba una caja repleta de juguetes de la niña polaca que allí habitaba. Llevaban muchos días sin jugar y echando de menos su casa, sus juegos, sus amigos y su vida en Ucrania.

Compartieron espacio, alimentos y vida con Margot, la profesora polaca y con su hija de 8 años, que los arropó con mucho cariño y les ayudó a desenvolverse en una ciudad desconocida y con un idioma diferente.

Los desplazamientos en tren y en autobús eran gratuitos para los refugiados. Margot los acompañó a recoger ayuda humanitaria y a sacar el billete de tren que les llevaría al día siguiente a Cracovia, a la espera de que la caravana los recogiera allí y los trajera a nuestro lado.

 10 de marzo. Camino de Cracovia

A las diez de la mañana el tren partió de Varsovia hacia Cracovia. Margot los dejó en el taxi y se despidió con abrazos y todo lo necesario para cinco horas de viaje. Muchos ucranianos se desplazaban, al igual que ellos, hacía la búsqueda de un lugar donde fueran acogidos. Las mujeres y los niños compartían vagones, vivencias y juegos.

El responsable de la caravana le informó que seguían en la frontera ucraniana recogiendo a refugiadas y a sus hijos y que no llegarían hasta el día siguiente. Le dieron la dirección de un hotel donde se podrían hospedar esa noche y esperar hasta su llegada. Llegaron al hotel con la reserva hecha y la habitación pagada, todo a cargo de la expedición catalana. Allí esperaron hasta recibir información de cuándo se haría el viaje hacia España.

Cuatro autobuses pequeños llegaron por la noche. Tania los esperó con impaciencia para poder comunicarse con ellos en su lengua adoptiva. Un equipo de voluntarios formados por médicos, enfermeras, sicólogos y colaboradores ayudaban a las refugiadas a bajarse del autobús y a instalarse en el hotel. Sus rostros reflejaban el cansancio, la angustia y el miedo que habían sufrido durante todo el viaje y, sobre todo, la incertidumbre de no saber cómo vivirían en el país de acogida, pero el saber que ya estaban en un lugar seguro y con garantías de estabilidad, les devolvía una sonrisa en sus demacrados rostros.

 11 de marzo. En el autobús atravesando Europa.

A las siete de la mañana los autobuses esperaban en la puerta del hotel para recogerlos a todos y partir hacia Alemania, que sería el siguiente destino.

Casi 800 km tenían que recorrer. Los conductores se intercambiaban para descansar y los voluntarios hacían ameno el viaje para los más pequeños con juegos, canciones y diversas actividades que hacían más agradable el camino.

A medida que se alejaban de Ucrania los rostros de las madres se relajaban por el descanso, la alimentación y la ilusión de encontrar un lugar más seguro para sus hijos, aunque a veces, volviera la nostalgia de lo que habían dejado atrás. Los niños, ajenos a lo que vivía su país, jugaban y reían divertidos chapurreando palabras en español.

Esa noche durmieron en Alemania con la tranquilidad de estar rodeados de personas cercanas que les llevarían a un lugar seguro.

                                                      (Autobús hacia Alemania)

12 de marzo. Llegando a Barcelona.

La pequeña de Tania, Irina, apenas dos años y medio, amaneció con fiebre. El médico que les acompañaba le diagnostico agotamiento físico y falta de una alimentación adecuada, pero que enseguida se recuperaría.

Se subieron al autobús camino de Francia. El viaje lo harían sin pernoctar en ninguna ciudad francesa para llegar directamente a Barcelona. Allí los recogería la familia de Almudena Ariza, corresponsal de guerra en Ucrania y hermana de mi amiga Gely que gestionó toda la intendencia del traslado y acogida de Tania desde Barcelona a Los Barrios (Cádiz).

Al anochecer, llegaron a la plaza de España en Barcelona. Allí fueron recibidos entre aplausos, lágrimas y emociones contenidas por parte de familiares y amigos que esperaban impacientemente abrazar a sus seres queridos. Otras, no tenían quiénes las esperara, pero sabían que allí serían atendidas.

A Tania la llevaron a un hotel cercano y allí pudieron descansar esa noche.

                                 (Llegada a Barcelona)




 13 de marzo. Un tren hacia Madrid y de allí al destino final.

Al día siguiente partieron hacia Madrid con billetes gratuitos y allí fueron recibidos por la familia de Gely que les acompañó durante todo el día hasta la espera de conseguir otro billete que les llevaría a Málaga. La tranquilidad de estar con personas cercanas y conocidas ayudó a que la alegría volviera a estar de nuevo en el rostro de Tania, y aunque la preocupación de la lejanía y el futuro de su familia ucraniana seguía latente en sus pensamientos, ya, al menos, ellos podrían descansar.

En el tren se encontraron con niños que viajaban solos y la pena embargó de nuevo a Tania al pensar dónde estarían sus padres y qué sería de ellos. Se estaban organizando los acogimientos de menores por parte de organizaciones que se encargaban de contabilizar el número de niños y niñas que se encontraban en España sin familia. Muchos de ellos habían cruzado la frontera solos y con un número de teléfono escrito en la mano para facilitar el contacto con sus padres.

Llegaron por la noche a Málaga y allí les esperaba Gely para traerlos a Los Barrios. Mientras ellos hacían ese recorrido, yo embarcaba en el Ferry hacia Algeciras para ir a su encuentro y, por fin, poderlos abrazar.

A las doce de la noche de ese mismo día y acompañada de una fina lluvia que se mezcló con las lágrimas de emoción que sentimos, pude por fin abrazarlos y escuchar la vocecita de María, que medio dormida abrió los ojos, para decirme: - “¡Hola babula!”.

Habían pasado diecisiete días interminable desde que salieron de Jarkov. Comenzaba una nueva y difícil etapa para todos ellos, pero sabían que el cariño de su familia y amigos les ayudaría a superar todos los obstáculos futuros.



Desde el comienzo de la guerra ucraniana fui recibiendo toda la información a través de audios y fotos que me enviaba Tania desde su móvil. A través de ellos me iba narrando todos los contratiempos, sufrimientos y miedos que sintió durante los diecisiete días que duró el viaje hasta llegar a España Este relato es una recopilación de esos audios . Los nombres de Tania y sus hijos no son reales, pero sí es real toda la historia aquí narrada y sus personajes.


AGRADECIMIENTOS.

-A mi familia.

-A la caravana catalana que los trajo desde Cracovia hasta Barcelona.

-A mis amigos y amigas de Ceuta, Los Barrios, Dos Hermanas, Algeciras, Medina Sidonia, Casares, Fuengirola…

-A mis antiguos compañeros/as del colegio Vicente Aleixandre.

-Al CEA Miguel Hernández

-A Margarita, pediatra polaca de Ceuta.

-A Margot, profesora polaca.

-A la familia de Gely Ariza.

-A las antiguas madres de acogida de menores ucranianos de Ceuta y Andalucía.

-A la asociación de Ceuta Tejiendo con Corazón

-Al periodista Gonzalo Testa

-Al pueblo polaco

Y a todas aquellas personas que con sus aportaciones económicas y muestras de apoyo y solidaridad, hicieron posible que Tania y sus hijos estén ahora a salvo de una guerra y en un ambiente seguro y repleto de afectividad.



lunes, 12 de diciembre de 2022

17 AÑOS DE LUCHA POR LA DIGNIDAD

 



Un 9 de Diciembre del 2005 , DiGMUN fue inscrita en el registro de asociaciones de Ceuta como una ONG sin ánimo de lucro. Han pasado 17 años y nuestra lucha no ha caído en saco roto. Muchos menores han sido escolarizados y han podido optar por una educación digna. Muchas mujeres recibieron formación y encontraron un lugar para ser oídas y queridas. Muchas personas recibieron ayuda humanitaria y consiguieron pequeños momentos de bienestar. Hemos atendido, a todas las personas que llamaron a nuestra puerta sin importarnos la raza, la religión, el sexo, la nacionalidad...sin pedir nada a cambio. Hemos denunciado, reivindicado, luchado y visibilizado todas las situaciones de discriminación que sufren y siguen sufriendo muchos colectivos en Ceuta.


Hemos conseguido sobrevivir un año entero sin ninguna subvención de esta ciudad.

GRACIAS a todos los que habéis caminado a nuestro lado en estos 17 años.


domingo, 16 de octubre de 2022

MARICÓN EL ÚLTIMO.

 

"Me llamo a mí mismo un hombre feminista. ¿No es eso cómo se le llama a alguien que lucha por los derechos de la mujer ?(Dalai Lama)


 LA TOXICIDAD DE LA MASCULINIDAD HEGEMÓNICA.

CARLOS LORENTE

 

Antes de nada quiero advertir que dicha reflexión va orientada hacia la crítica de la masculinidad tóxica y en virtud de la sensibilización hacia una nueva masculinidad, siendo consciente de las consecuencias que sufren a todos los niveles las mujeres y los colectivos LGTBI+ y de la posición de privilegio que tengo como hombre heterosexual y occidental.

 


La masculinidad tóxica-hegemónica se muestra como una consecuencia epidémica sistemática global del patriarcado y se reproduce desde diferentes formas en los comportamientos emocionales, educativos, culturales, familiares y sociales con un constructo de género totalmente represivo y condicionante en el hombre y de poder y subordinación sobre la mujer.

Gracias al avance del feminismo y del esfuerzo y valentía que requiere la reflexión hacia la aceptación de muchos hombres de la desigualdad existente entre el hombre y la mujer en todos los sentidos y ámbitos de la vida, estamos viendo pinceladas en los verdugos, de un querer deconstruir (nos), responsabilizándonos de lo que nos corresponde a pesar de que nos quede mucho camino por recorrer.

Esto supone además de un gran esfuerzo y aceptación, un gran sentido de búsqueda de la justicia, ya que dicho sistema, lleva siglos despreciando, violando, condicionando, abusando, matando a mujeres, por el simple hecho de ser mujeres.

Pero, ¿cómo hace el patriarcado para reproducir siglos y siglos ese sistema de poder del hombre y subordinación de la mujer para que sigamos reflexionando, replanteando, indagando soluciones para encontrar esa justicia que merece el 50 % de la población mundial?

Inyectando a través de cuantas formas sean necesarias en nuestro subconsciente,  mensajes y elementos que condicionan inconscientemente que la reproducción continúe.

Desde el momento en el que informan si será niño o niña desde una ecografía, se pone en marcha una maquinaria condicionante como punto de inicio a lo que dicho niño o niña tendrá que acogerse. El color de la cuna, de las sábanas, evento del baby boom, el carrito, la disposición y decoración de lo que será su habitación, etc son muestra de ello. Una vez nacen y están en sus respectivos ambientes familiares, reciben de forma permanente una cantidad de estímulos y mensajes que van quedando grabados en su subconsciente (conversaciones entre progenitores, juguetes, televisión, dispositivos electrónicos, etc. y que inevitablemente se plasmará cuando lleguen a la comunidad educativa (contenidos que se trabajan, uniformes, asignación de roles, juegos en los recreos, frases como “maricón el último y ¡a que no hay huevos¡” etc). Inclusive, a través del profesorado, que a su vez, forma parte del engranaje eficazmente montado para ello.

Cuando se llega a la adolescencia, ya están prácticamente los roles construidos en los que los niños-hombres tenemos que aspirar al ideal de masculinidad que nos han establecido. Ser fuertes y no mostrar debilidad, ser líderes, competitivos, individualistas, no ser compasivos, mostrarnos seguros, no sentir miedos, ser heterosexuales, comportamientos y posturas incluso determinadas como el cruzar piernas, sintiéndonos constantemente en una hipervigilancia social a través de la policía de género, ya que todo ello hará que el índice de dicha masculinidad exigida disminuirá notablemente.

La represión a nuestras emociones de no ser compasivos, amorosos, tiernos, sensibles, de no poder sentir tristeza ni miedo, de hijo no llores, que los hombres no lloran, van construyendo en nosotros una enfermedad invisible y a través de una máscara que generará a lo largo de nuestras vidas lo que es evidente. Frustraciones, incompresiones, falta de reconocimiento de las emociones, conflictos tóxicos en nuestras relaciones, agresividad, ira, entre otras, y que no somos conscientes de lo que nos sucede ni del por qué, porque como nos han construido y nos dicen los privilegiados, es el orden natural del hombre.

Esta enfermedad, nos habla Ismael Cicerón Plaza, Psicoterapeuta experto en género, entre otras cosas, en una conferencia “Nuevas Masculinidades, el amor en tiempos de feminismo” de los malestares de género, ya que supone para nosotros, los hombres, sin obviar las consecuencias que sufren las mujeres, otras consecuencias que quedan invisibles e internas a nivel individual. Dichos malestares, traducidas en trastornos y que son exclusivas de los hombres, son incluso eclipsadas, ya que en el ámbito psiquiátrico y psicológico (como en todos los ámbitos), los referentes siguen siendo hombres, que perciben dichos trastornos, enfermedades y comportamientos como naturales o normalizados.

Es de señalar que los índices de suicidio, drogodependencias, delincuencia, privaciones de libertad, agresiones, fracaso escolar, entre otras, son muchísimo más altos en hombres que en mujeres; y esto tiene mucho que ver a la imposición de masculinidad que nos imponen, puesto que las emociones que nos han privado de expresar generan este tipo de catastróficas consecuencias.

 Por fortuna y aprovechando la imagen que ha dado la vuelta al mundo de Rafa Nadal y Roger Federer dándose la mano y llorando, como muestra de amor, respeto, compasión entre ambos y del volumen ya considerable (aunque aún escaso) de hombres que están empezando a cuestionarse y a querer mostrar actitud de deconstruirse, generando acciones y movimientos como los círculos de hombres, es necesario exaltar la necesidad de visibilizar primero la enfermedad que nos envuelve a nosotros como hombres el seguir reproduciendo una masculinidad que nos hace daño y hace daño a las personas que queremos como a las mujeres, a nuestras nuevas generaciones, a la propia naturaleza y segundo, sensibilizar a todos los jóvenes y adultos para que tengamos la valentía de mirarnos hacia dentro, valentía para ver que llevamos siglos reprimiéndonos y mostrándonos diariamente en contra de nosotros mismos, valentía para querer estar en horizontalidad con las mujeres y aceptemos y reconozcamos que nuestra masculinidad no funciona, y que necesitamos deconstruirnos con toda la dificultad y rabia que esto supone, pero que supondrá, a pesar del tiempo que será necesario para ello, una sanación individual y colectiva a nosotros como hombres y una sanación y salvación  colectiva para la humanidad, haciendo un ejercicio de justicia global. 

Yo, personalmente, me siento afortunado de haberme educado en una familia monomarental y haber crecido rodeado de mujeres, habiéndome influenciado durante todo mi desarrollo y madurez de ellas y actualmente de mi pareja, construyendo en mí un nivel de respeto, empatía y compasión que me ha permitido ser sensible a mis comportamientos como hombre e ir deconstruyéndolos en la medida que he podido, aceptando que me queda mucho camino por recorrer e intentando trabajarme diariamente para poder ser mejor hombre, desde la humildad y el reconocimiento cuando los patrones de la masculinidad hegemónica me salen e intentando formarme y generar acciones que puedan generar impacto en otros hombres para así, ser partícipe y responsable de lo que me corresponde.

 

 

martes, 27 de septiembre de 2022

 

MICRORRELATO


Para finalizar con el Club de Lectura de este curso. Se ha propuesto 

que hagamos un microrrelato  (máximo 50 palabras) que empiece 

así.

Al caer muerta la mujer………………………..

Al caer muerta la mujer, él se arrepintió de lo que había hecho. Nunca más besaría su cuerpo, ni acariciaría sus enormes pechos. Él se enfureció tanto, tras comprobar su infidelidad, que con la fuerza de sus manos le arrancó parte de su cuerpo. Hoy, ya muerta, una mitad reposa en las aguas de Belyounech, y la otra, al otro lado del estrecho.