La educación es la única arma para combatir las injusticias, las desigualdades y la discriminación

viernes, 4 de julio de 2025

 48 AÑOS EN LA VIDA DE UNA MAESTRA.1977-2025

Este es el año de mi jubilación , después de 48 años trabajando como maestra, he llegado al final del camino. Son muchos los colegios donde ejercí, muchos los alumnos y alumnas que traté y muchas las experiencias que viví. Estas vivencias aportaron a mi vida momentos mágicos y placenteros. Escribí estos recuerdos para plasmar en unas líneas algunos de esos momentos y para no olvidar nunca todo lo que esta profesión me ofreció.





Resumir 48 años de mi vida, como maestra, en algunas líneas, va a ser difícil, pero comenzaré por el principio.

Nunca pensé que por una casualidad de la vida, yo llegaría a ser maestra, pero maestra de verdad, en todo el sentido de la palabra y además durante 48 años. Yo quería ser enfermera pero el día que me iba a examinar para ingresar en la Escuela de enfermería de Málaga, amanecí con vómitos y mis planes se frustraron , así que decidí, mejor dicho, decidió mi padre que yo tenía que hacer magisterio como mi hermano,  y así me quedaría en Ceuta y se evitarían gastos. 

Terminé la carrera en el año 1976, un año después de la muerte de Franco, así que tenía esperanza de ser, en un futuro , una maestra con más libertad pedagógica de la que había vivido como alumna. Me especialicé en Lengua Castellana y Filología francesa. No supe en ese momento, que esa especialidad de francés me facilitaría, con el tiempo, acceder a las plazas del exterior para dar clase en otro país y disfrutar de uno de los mejores momentos de mi vida profesional.




Aprobé las oposiciones un año después, en 1977. Hice los exámenes de oposición en Sevilla porque en Ceuta no se convocaron plazas. Aprobé a la primera y con 22 años, recién cumplidos, tenía mi primer destino provisional, como funcionaria, en el Colegio Valme Coronada de Dos Hermanas, a 17 km de Sevilla. Allí me estrené como maestra y fue allí , donde descubrí el disfrute de mi profesión. Comprobé que había acertado, y que el ser maestra era mi verdadera vocación, vocación que me acompañaría hasta mi jubilación .Tuve un quinto de primaria formado por 35 alumnos que despertaron en mí la ilusión por enseñar y por darle además de conocimientos, cariño y dedicación a sus deseos. Allí comencé con mis primeras obras de teatro, salidas extraescolares,  viajes de estudio y tantas otras actividades extraescolares y complementarias que me llenaron de satisfacción y me acercaron a un alumnado carente de actividades fuera del aula

Me dieron la plaza definitiva dos años después en 1980, en el pueblo minero de Aznalcóllar. En el mes de agosto visité ese pueblo perdido entre Sevilla y Huelva. Me recordó los pueblos vacíos de las películas del oeste porque un sol de justicia espantaba a sus habitantes y los hacía dormitar entre las pequeñas casas de la única calle que tenía el pueblo. Sólo tenía un centro de infantil  y primaria, C.P. Las Erillas,  con jornada partida de mañana y tarde. Me tocó, lógicamente , la tarde, un tercero, lo que nadie quería, por ser la última y la más joven del claustro .Recuerdo poco de ese segundo destino, sólo el cariño de mis compañeros  que me arroparon mucho en un embarazo de mellizos con riesgo de aborto, por lo que estuve más tiempo de baja que en activo.

En 1982 volví a pedir un nuevo traslado, y por supuesto,  tenía claro que volvería al pueblo que me acogió por primera vez y donde pasé momentos inolvidables. Dos Hermanas fue mi siguiente destino y allí trabajé en el mismo colegio, Valme Coronada, con adolescentes de sexto, séptimo y octavo, que no estaban muy alejados de mi edad y por lo tanto fue muy fácil conectar con sus gustos e intereses. La jornada laboral era de mañana y tarde, por lo que tenía la sensación de estar todo el día en el colegio envuelta en actividades escolares Disfruté de mis adolescentes compartiendo con ellos parte de sus intereses y preocupaciones,  y por primera vez, pude dar la asignatura que más me gustaba , la de Lengua y Literatura. Me realicé plenamente explicando a los escritores que admiraba, leyendo sus poesías y representando sus obras de teatro. El gran descubrimiento de esta época fue que a pesar de que ya era madre de mellizos, nunca me pesó ir al colegio, aunque el cansancio y el trabajo me desbordaban, descubrí que era, precisamente la escuela el lugar donde podía desconectar de mi papel de madre y de mis tareas domésticas y que allí, volvía a ser yo misma, la maestra que disfrutaba entre chiquillos, en el aula con olor a goma, a lápiz y a tiza. Aún, a pesar de los años, sigo manteniendo contacto con algunos de esos alumnos con los que compartí tantas vivencias y que con el tiempo se convirtieron en mis amigos.



La añoranza por mi tierra natal  hizo plantearme un nuevo cambio profesional. Quería volver a Ceuta, el lugar donde nací, donde había estudiado mi carrera y donde se encontraba mi familia. Era difícil obtener allí una plaza porque era una ciudad muy demandada, no sólo por los propios residentes, sino también por los penínsulares. Era un ciudad muy golosa por la diferencia de sueldo con respecto a la península. En 1985 concursé de nuevo, y cansada de solicitar plaza en Ceuta sin éxito, opté por acercarme a mi tierra y pedí Los Barrios, pueblo a pocos kilómetros de Algeciras y muy cercano a Ceuta.Me costó dejar mi querida Dos Hermanas, a mis alumnos,a  las familias, compañeros y amigos pero pronto me adapté al nuevo colegio, Maestro Juan González. Era un centro grande con tres líneas y jornada de manaña y tarde. Más de la mitad del claustro era de Ceuta  y la mayoría conocidos de mi promoción o de otras cercanas a la mía.Allí me encontré como en casa. Me dieron una vivienda de maestros que se separaba del colegio por un muro, por lo que mi vida transcurría entre la escuela y la casa en la que mis vecinos eran mis propios compañeros de clase. Nuevamente fui la más joven del centro, por lo que me tocó hacer de secretaria y me dieron el curso que nadie quería, el de los repetidores conflictivos .Le llamaban Curso del Certificado porque de allí, tras varios cursos repitiendo hasta los 16 años, podrían obtener el certificado de estudios primarios. No me importó, trabajé con ellos y conseguí que algunos obtuvieran su título. Al año siguiente volvi a dar de nuevo la segunda etapa y Los Barrios me dio la oportunidad de conocer otra forma de trabajar, con tan sólo cuatro centros se realizaban semanalmente coordinaciones intercentros que me enriquecían compartiendo experiencias y metodologías. Participé en muchos cursos de formación por estar el Centro de Profesores muy cercano y compartí mis experiencias educativas con otros docentes. El colegio Juan González supuso para mí , innovación, compañerismo, nuevos proyectos y dedicación plena a mi trabajo como docente. Fueron muchas las actividades que realicé por primera vez con mi alumnado, entre ellas la celebración del Carnaval tan arraigada a la provincia de Cádiz, donde participaba todo el claustro  y las familias.Mis compañeros fueron además mis amigos, disfrutábamos juntos tanto en el centro como en la calle, compartiendo tiempo de ocio y de trabajo.





A pesar de sentirme plena profesionalmente, no dejé de pedir todos los años mi ciudad .Por fin conseguí mi destino deseado en Ceuta en 1991 en el colegio Vicente Aleixandre. Por primera vez en 14 años que llevaba ejerciendo, pude impartir el francés. El centro era pequeño y de una sola línea. Volví a impartir también clases de lengua  en la segunda etapa. Era mi primera experiencia con alumnado de culturas distintas compartiendo el mismo aula. A pesar de haber nacido y vivido allí, me encontré con una ciudad desconocida para mí , al menos en el ámbito educativo. 

La adaptación a mi ciudad fue muy difícil porque la forma de trabajar y las metodologías que se llevaban a cabo, estaban a años luz de las que yo había impartido en Los Barrios. La jornada intensiva de mañana favoreció que la tarde la pudiera ocupar en cursos de formación y en asistir a la Escuela de Idiomas para perfeccionar mi francés. Hice una nueva especialidad de infantil en la Escuela de Magisterio, especialidad que me sirvió años después  para obtener una plaza en Marruecos.






Tuve un paréntesis de tres años en el que mi labor docente se paralizó porque en 1995 me ofrecieron una liberación sindical en CCOO. Supongo que ese ofrecimiento surgió porque siempre fui a todas las huelgas y manifestaciones que se hacían en defensa de nuestros derechos y alguien se fijó en esa maestra nueva que estaba siempre en movidas reivindicando justicia. Estuve en CCOO tres cursos llevando la acción sindical y la Secretaria de la Mujer. El  sindicato, a pesar de no conocer nada sobre el, supuso un gran descubrimiento. Aprendí mucho en esos años y valoré el trabajo del sindicalista, tan mal considerado. Viajé y asistí  a muchos cursos de formación. Conocí cómo era la educación en el resto de  España y en los otros centros educativos de Ceuta y sobre todo, afiancé mis ideales al estar con compañeros que compartían conmigo los mismos planteamientos educativos, sociales y políticos. Aquí fue donde empezó mi lucha por defender los derechos de la mujer, ya que comenzaban en España las primeras reivindicaciones, manifestaciones y actos para visibilizar el papel de la mujer en una, todavía, joven democracia .Fueron en estos años cuando aprendí a  hablar en público en asambleas, donde organicé cursos de formación para docentes y donde participé como ponente en jornadas con total convencimiento de la necesidad del cambio que había que llevar a cabo a nivel educativo y social en una España
 que no paraba de aprobar leyes educativas según el partido que gobernara.







En el año 1998, después de tres años de intensa actividad sindical, decidí volver al aula. Me examiné en Madrid de las plazas que se ofertaban para el exterior y aprobé. Conseguí una plaza en el colegio Jacinto Benavente de Tetuán por la especialidad de Educación Infantil. Fueron seis años de intensa actividad en esos niveles . Me estrené  en esa difícil etapa y descubrí, con gran sorpresa, que era la  más difícil por la que había pasado, pero a la vez , la que más satisfacciones me proporcionó. Trabajar con alumnado de tres a seis años, era una novedad para mí, y con la dificultad de que no hablaban mi idioma. El período de adaptación de tres años se hacía eterno por el llanto desconsolado de un alumnado que no se podía comunicar conmigo y que nunca antes había asistido a guarderías, ni se habían separado jamás de su entorno familiar. Disfruté de esos seis años, realizando con ellos múltiples actividades para el acercamiento de la lengua y la cultura española. El interés de las familias, el respeto y reconocimiento a la labor docente ayudaron a mi adaptación a otro país. Fueron años difíciles porque el horario era de mañana y tarde, sin apenas tiempo para descansar a mediodía. A mitad de semana volvía a Ceuta, haciendo un recorrido de 40 kilómetros de ida y vuelta y con una frontera donde las colas eran interminables, pero solo recuerdo los besos y abrazos de mis pequeños a la entradas y salida del colegio , que me compensaban de tantas dificultades.





Después de ejercer seis años en Marruecos, se terminaba nuestra adscripción en el exterior y era obligatorio concursar de nuevo. Volví a Ceuta y quise probar en otros niveles de la enseñanza, ya que la agotadora actividad en infantil me había dejado exhausta y necesitaba un cambio. Solicité una plaza en un centro de adultos y tuve la suerte de conseguirla.

En el 2004 mi nuevo destino fue el Centro de Adultos Miguel Hernández en horario de tarde y noche. Lo que en un principio, el horario pudo ser un inconveniente, cuando fueron pasando los días,  me proporcionó la ventaja de disfrutar de las mañanas libres, ventaja que nunca había tenido en muchos años. Me propusieron dar, como novedad en el centro, el Español para Extranjeros, debido a mi experiencia en la enseñanza de esta materia en Marruecos. Enseñar el español a personas adultas me proporcionó una nueva experiencia, que no suponía grandes esfuerzos, por ser personas que venían a aprender de  forma voluntaria y con un gran interés. No había esos recreos bulliciosos y agotadores, no había padres y madres demandando una continua información y había una gran flexibilidad de horarios, un agradecimiento diario a mi trabajo y una afectividad desmesurada ante cualquier esfuerzo que hacía para que aprendieran. Además de enseñar el español, debía de alfabetizar porque , en su mayoría, se trataba de mujeres musulmanas analfabetas, que además de no comprender, ni hablar el español, no sabían ni leer ni escribir. Era algo parecido al trabajo que realicé en Tetuán , con la diferencia que el alumnado era una verdadera esponja que todo lo asimilaba y aprendía en poco  tiempo. En este caso, se trataba de mujeres que, en su mayoría, iban y venían a diario desde el norte de Marruecos para trabajar como empleadas de hogar. Tenían mucha  dificultad para aprender la lengua por la falta de estímulos externos. También había  mujeres de Ceuta, de las zonas periféricas que no habían salido del barrio o que abandonaron la escuela en edades tempranas.  La metodología y los recursos empleados para conseguir el objetivo deseado, eran muy distinto a los anteriores, así como el tiempo empleado. El ritmo de aprendizaje no era el mismo en cada alumna, por lo que había que impartir una enseñanza más individualizada. La necesidad de ofrecerles otra visión del entorno en el que vivían y el de ofrecerles modelos distintos de los  que tenían en su vida diaria, me motivó para trabajar con ellas muchos temas transversales relacionados con la igualdad de género y la interculturalidad, así como el realizar salidas y excursiones tanto dentro , como fuera de la ciudad, estas  actividades eran de gran importancia,  ya que la mayoría de ellas no habían salido nunca del barrio donde vivían.







En el verano del 2009 me llamaron desde el Ministerio de Educación para ofrecerme la dirección de un colegio de primaria. Mi sorpresa fue muy grande cuando me dijeron que se trataba del mismo centro, CEP Vicente Aleixandre, donde había ejercido antes de irme a Marruecos. El colegio se había quedado sin dirección, al dimitir la directora, y ningún miembro del claustro quería asumir esa responsabilidad. En un principio dije que no. La presión fue muy grande, amparándose de que era un centro que ya conocía y que sería solo por un año. El dejar a mis alumnas, donde el progreso de su aprendizaje era notorio,  y la situación laboral cómoda que tenía me hizo rechazar el ofrecimiento , pero el Director Provincial de entonces, no se conformó con ello y siguió insistiendo. Le puse como condición que aceptaría si me iba con mi propio equipo directivo, al menos con la jefa de estudios. Aceptó y yo se lo ofrecí a una amiga y compañera que le acababan de dar como nuevo destino Ceuta. El 1 de septiembre del 2009 me presentaba en mi antiguo centro de primaria, como directora del mismo. El colegio que me encontré no tenía nada que ver con el que dejé en el 98. Sólo había cuatro compañeros de la antigua plantilla, el resto era profesorado nuevo y más joven .El alumnado musulmán había aumentado considerablemente y todos vestían de uniforme. Procuré ,en un principio, continuar con las mismas normas de funcionamiento que se habían llevado con el anterior equipo directivo y acepté con entusiasmo todos aquellos proyectos que estaban incluidos en la Programación General del Centro. Era un colegio pequeño con implicación de las familias que en su mayoría eran de una clase media baja y con un alumnado nada conflictivo. A lo largo de mis años como docente había desempeñado distintas funciones, pero nunca quise ejercer como directora, por lo que la misión que tenía por delante iba a ser difícil y de mucha responsabilidad. Mi objetivo  sería hacer un centro en el que lo principal sería atender las necesidades del alumnado e incluir a las familias en el proceso educativo. Esta oportunidad me llegó sin pedirla. El Centro de formación del profesorado de la ciudad me ofreció poner en marcha un proyecto de transformación de centro y convertirnos  en una Comunidad de Aprendizaje, bajo las premisas de la escuela inclusiva de Ramón Flecha. Tras la aprobación del claustro, del Consejo Escolar y de muchas jornadas de formación, comenzamos esa transformación y durante los seis años que estuve ejerciendo como directora el colegio se abrió al barrio con implicación de las familias y de distintos agentes externos que participaron activamente en todas las actividades que llevamos a cabo .Esos años fueron muy enriquecedores porque además de liderar un proyecto en consonancia con mis ideales educativos ,me dieron la oportunidad de conocer y valorar la dedicación generosa que hacen las mayoría de los directores para sacar adelante el funcionamiento de los centros educativos. Fueron años de mucho trabajo, pero llenos de ilusión donde conocí el funcionamiento de la administración y aprendí que lo más importante de  todo proceso educativo es atender al alumnado y poner a su disposición todos los medios necesarios para que todos tengan las mismas oportunidades independientemente de su clase social o de su religión.






Después de seis años de una gran dedicación a mi labor como directora, me planteé que debía volver a ser la maestra de siempre y ejercer mis funciones como docente para no olvidar mis verdaderas raíces, así que no renové mi cargo y volví de nuevo a mi centro de adultos Miguel Hernández. Aquí continué trabajando en los niveles más bajos de alfabetización pero impartí también, como novedad en mi práctica docente, el área de Sociales en primero y segundo de Educación Secundaria. Conocer este alumnado que representaba el fracaso escolar de todos los institutos de Ceuta, volvió a suscitar en mí una nueva ilusión por la enseñanza y sobre todo un nuevo reto. Era en su gran mayoría alumnado musulmán que no había superado la enseñanza obligatoria en sus antiguos institutos y que se proponía sacar este título en el centro de adultos al cumplir la mayoría de edad. Estos alumnos tenían el inconveniente que casi todos habían sido absentistas, sin ningún interés y con escaso nivel educativo 

A los dos años de mi retorno al centro de adultos cambió el equipo directivo y me propusieron la Jefatura de Estudios, supongo que por mi  experiencia como directora en el colegio anterior. Ejercí  este cargo durante cinco años  y compaginaba esta función con las clases de español y alfabetización en los niveles más bajos. Realmente lo que más satisfacciones me producía era el contacto con mis alumnas y mi labor como docente. Como Jefa de Estudios coordiné todas las actividades extraescolares del centro, y fueron muchas las que se llevaron a cabo para enriquecer y formar a un alumnado con muchas necesidades culturales, tanto por el desconocimiento de la lengua como por su lejanía al entorno social de la ciudad.









Este, mi último curso 2024-25, anterior a mi jubilación, decidí dejar el cargo de Jefa de estudios, después de cinco cursos, y terminar mi último año, igual que empecé en el año 1977, como maestra , que es como realmente me he sentido realizada en mi profesión.

Para finalizar este relato, que  son pinceladas de estos 48 años de maestra, solo puedo decir que mi vida profesional me ha llenado de enormes satisfacciones y que nunca me arrepentí de haberla ejercido. El cariño y reconocimiento de mi alumnado ha sido la gran recompensa a las dificultades encontradas en el camino.

 Educar no es solo aportar conocimientos a nuestro alumnado, es también un acto de amor hacia él.




















domingo, 4 de mayo de 2025

 La editorial Exlibric  de Andalucía, convocó un concurso de relatos cortos en el mes de abril con el título de Desafío relato 48. Solo había 48 horas para envíar el texto. Se desconocía el tema y sólo se disponía de ese tiempo para enviarlo. 

El relato debía tener un mínimo y máximo de palabras y tenía que figurar en él la frase `´  me dio 48 míseros euros por aquel denigrante trabajo ´´. No participé en el concurso pero sí hice el relato .


ARENA MOJADA.

Vivo en un pequeño pueblo costero, a pocos kilómetros de la frontera entre Ceuta y Marruecos.  Rincón de Mdik es un pueblo de pescadores, donde el único sustento para sus habitantes es la pesca y las terrazas cercanas al mar. Al llegar la época estival se llenan  de turistas buscando un lugar cercanos al puerto para disfrutar del buen pescado que se obtiene en el litoral.

La venta de pañuelos de papel que hacía mi hijo pequeño durante el día,º

 nos proporcionaba algunos dirhams para comprar el pan. A la hora punta del almuerzo y cena, las pequeñas terrazas del muelle de pescadores se llenaban para comer las sardinas recién descargadas de las traíñas , y la gente acudía para gozar de tan exquisito manjar por el módico precio de diez dirhams. Para limpiarse las manos  se usaba papel de estraza, cortados en pequeños trozos para su buen aprovechamiento, y colocados encima del hule de la mesa. La venta de pañuelos ,de tacto suave y oloroso que combatía el mal olor del pescado,  se convirtió en un pequeño negocio que apenas nos ayudaba para comprar el pan de cada día. 

 Mis hijos mayores, que aún no llegaban a la mayoría de edad,  salían a media mañana para encontrar un medio de vida. A veces, hacían de guía turístico chapurreando un español aprendido con las canciones del momento o con los partidos de futbol españoles. Otras veces, limpiaban o cuidaban coches. En invierno la situación se complicaba porque los turistas escasean y los parkings quedaban desiertos.

Nuestro tiempo transcurría entre la pequeña habitación que compartíamos y la calle que nos proporcionaba un medio incierto para sobrevivir. Varias veces en semana, cruzaba la frontera con Ceuta para adquirir mercancías en las naves del  Tarajal. Estas naves  abastecían con todo tipo de artículos, desde pañales, alimentos, hasta productos de limpieza , todos a bajo coste, que luego serían transportados a locales comerciales  de Marruecos y a cambio, el propietario pagaba por el porte. Cuántas más veces se consiguiera pasar los fardos, mayor sería el pago. Las mujeres ejercían de  mulas de carga.

Me levantaba antes del amanecer para  que la cola fronteriza no fuera un inconveniente más para realizar varios pases y adquirir la mayor cantidad de productos. Si tenía suerte y la policía marroquí no me requisaba la carga, podía obtener el dinero necesario para el sustento diario de mis hijos. Muchas veces el registro, del aduanero de turno, era excesivo y había que desembalar todos los artículos para garantizar que eran legales. Ese criterio dependía más del antojo del policía que del verdadero motivo. Te quitaban toda la mercancía confiscada y todo el esfuerzo  había sido en vano.

Ese día, madrugué más de lo normal para poder realizar varios porteos. La lluvia y el levante que azotaban el mar, no me impidieron cruzar varias veces la frontera. Estaba cerca la celebración del Aid (fiesta del borrego) y necesitaba dinero para comprar todo lo necesario para festejar el día con mis hijos. Después de realizar cinco pases con fardos cargados a mis espaldas y soportar las enormes colas de mujeres, por fin, pude llegar al lugar donde el comerciante me abonaría  el pago de la mercancía exigida. Había vivido un intenso día, pero iba a conseguir el dinero para comprar todo lo que se necesitaba para disfrutar de la fiesta. El día estaba llegando a su fin y esperaba pacientemente en la puerta del local, junto con otras porteadoras a que llegara mi turno y pudiera cobrar por mi trabajo. Cuando llegó mi  hora, pude ver con gran asombro, como el dueño del comercio, sacaba varios billetes y me dio 48 míseros euros por aquel denigrante trabajo. Con esa cantidad  no tenía, ni siquiera, para comprar algo de ropa nueva y nos quedaríamos sin borrego. Ni mis lágrimas de impotencia , ni mis ruegos, conmovieron al comerciante para que el pago fuera el justo. Sabía que no tendría más remedio que conformarme con esa limosna y que no tenía dónde elegir.

A pesar de las injusticias que cometían los comerciantes con nosotras  y del trato vejatorio  que recibíamos cada día por parte de la policía, tuve que seguir con ese trabajo porque era la única forma de vida que teníamos. Muchos fueron los años dedicados a trabajar con el pase de mercancías, y según la suerte del momento, tenía mi recompensa o me quedaba sin ella. 

Habían muerto varias mujeres por las avalanchas que se producían en los caminos que conducían a las naves. Empecé a sentir miedo porque el cruce de la frontera cada día se complicaba más´, ya que diariamente, miles de personas buscaban un empleo al otro lado del país. Estábamos nosotras ,las porteadoras,  las que buscaban trabajo en el servicio doméstico y los hombres que mendigaban cualquier otro oficio para poder llevar a casa algunos euros. Esto se unía, en ocasiones, a los pases de inmigrantes que se encontraban a la espera  en las montañas de los pueblos fronterizos, para saltar la valla cuando llegara el día señalado. El caos que se generaba, entonces, no podía ser controlado por los policías de ambos países. En esos momentos, se cerraba la frontera y también las ilusiones de quiénes esperábamos algo del día. Habría que intentarlo al día siguiente. 

El cierre definitivo de la frontera llegó con la pandemia .El temor a los contagios de un país a otro hizo que las autoridades decidieran dar el cerrojazo a todas las personas que pasaban a diario .Como consecuencia de esto, miles de marroquíes nos quedamos sin trabajo y la miseria se apoderó de las calles de mi pueblo. Las naves del Tarajal se cerraron y con ello se terminó el pase de mercancías. Ceuta , como ciudad fronteriza, también se vio afectada por el cierre , ya que todos los comerciantes de las naves se quedaron sin negocio  y la ciudad sufrió enormes pérdidas económicas.

A partir de esos momentos , la idea de abandonar mi país y cruzar la frontera empezó a atormentar mis pensamientos. Llevaba muchos meses sin llevar dinero a casa y la situación era insostenible. Había oído que el control fronterizo por el mar no era demasiado peligroso y eran muchos los chicos que habían logrado el objetivo. Se difundían comentarios de que algunas mujeres también lo habían conseguido y las redes sociales informaban de las distintas  formas de contactar con las mafias responsables de realizar el pase. Fueron muchos los meses que esperé para no arriesgar mi vida, busqué trabajo en todas las ciudades cercanas sin éxito.  Se rumoreaba que el  gobierno de Marruecos  crearía una zona industrial para dar un puesto de trabajo a las miles de mujeres que nos habíamos quedado paradas. Ninguna de esas promesas veían la luz 

Era un día de levante fuerte y  de niebla, al caer la noche, decidí que había llegado el momento.. Conseguí un neumático viejo y  me arrojé a las olas agarrada a él. Aguanté más  de cuatro horas en las frías aguas del mar, sin saber dónde me conduciría el oleaje. Los chalecos rojos que divisé a lo lejos , envueltos entre la espesa niebla, me confirmaron que había llegado a mi destino. Unos brazos salidos del agua me agarraron y apenas pude identificar sus rostros. Me arrastraron hacia la arena mojada.

Allí, en ese momento , comenzó mi nueva vida. 







martes, 14 de enero de 2025

CERRANDO ILUSIONES

Fue en diciembre del 2024 cuando decidimos entregar la llave del local que había servido durante muchos años como sede a la asociación DIGMUN. Se habían cumplido 19 años de su fundación. Llevábamos casi dos años sin apenas actividad por haber renunciado, voluntariamente, a las subvenciones de la Ciudad Autónoma que durante todo este tiempo, había hecho posible la realización de talleres y programas para atender a los usuarios que diariamente venían a nuestra sede demandando una atención educativa, social, económica o legal. Las trabas injustificadas que nos empezaron a imponer en los últimos años con la entrega de documentos y memorias finales, así como la demora de muchos meses en el pago de la subvención que retrasaba considerablemente el dinero de las nóminas del personal contratado, fueron las causas principales de perder la ilusión, la paciencia y la confianza en quiénes sostenían económicamente nuestros programas. Como consecuencia se paralizaron todos los proyectos y actividades, al no contar con recursos humanos y materiales necesarios para continuar con nuestra labor social.

 Lo que en el 2005 fue un sueño difícil de realizar, se convirtió a lo largo de los años en una realidad. Nunca pensé que nuestro trabajo llegaría a tener el alcance, la dimensión y el impacto social, atendiendo a tantos y tan diferentes usuarios y realizando tan diversas actividades. En algunos de mis escritos y entrevistas publicados en este blog relato cómo surgió la idea de fundar esta asociación y las causas que me motivaron a realizar proyectos para cubrir las necesidades de todas esas personas que no recibían ninguna cobertura en Ceuta. Comenzamos con talleres educativos y de español para 30 mujeres fronterizas y sin contrato de trabajo en el año 2006, con una pequeña subvención que solo dio para pagar a una monitora durante dos horas, tres días en semana. No sabía entonces que muchos años después íbamos a finalizar nuestra actividad con el mismo taller y apenas sin subvención, con unas pocas mujeres que eran las que podían acceder al pequeño espacio que disponíamos en nuestro local, dejando fuera del programa a más de 50 por falta de recursos.

 A lo largo de los años, fueron muchas las mujeres del servicio doméstico, sobre todo, que pudieron acceder a nuestra oferta formativa, ya que al no tener residencia, no existía ninguna entidad que pudiera atenderlas, puesto que la única documentación que tenían era el pasaporte marroquí. Gracias al IES Puertas del Campo que nos cedió sus aulas muchos años y a la subvención de la Consejería, más de cien mujeres recibieron clases de lunes a jueves durante cada curso escolar y algunas de ellas se quedaban fuera por falta de aulas.


mujeres fronterizas

 Descubrimos en poco tiempo la existencia de menores que aunque vivían en Ceuta no estaban escolarizados por no estar empadronados y se les negaba por ello, el derecho a una educación reglada. La lucha por esta escolarización que comenzó en el 2006 terminó con la llegada de la pandemia cuando se demostró, con el cierre de la frontera, que estos menores no residían en Marruecos sino en Ceuta, siendo esta la excusa que las administraciones habían argumentado durante años para negarles el derecho a ser escolarizados. Durante este tiempo fueron muchos los niños y niñas que conseguimos escolarizar tras muchas gestiones y denuncias ante las instituciones locales, Ministerio de Educación, Delegación de Gobierno y CCOO... Muchos de estos menores terminaron sus estudios obligatorios, bachillerato, formación profesional e incluso estudios universitarios.
                                   menores sin escolarizar
La presencia de los menores no acompañados en nuestra ciudad y la falta de atención educativa con Aulas de Inmersión Lingu
ística
para ellos, nos dio la oportunidad de conocer a este colectivo, gracias a la propuesta del partido local Caballas que manifestó en un pleno, la necesidad de subvencionar este programa y propuso para ello a Digmun. Esta propuesta fue aprobada, por lo que nos concedieron una subvención para pagar a tres monitores que trabajaron intensamente, llevando a cabo múltiples actividades complementarias, además de las propias educativas. Este proyecto nos acercó a un colectivo, MENAS, que se encontraban aislados en la ciudad y discriminados por su origen y por su condición social. Aprendimos con ellos lo que supone la lucha por la supervivencia y por la búsqueda de una vida mejor. A través de sus historias de vida conocimos todas las penurias y sufrimientos que habían padecido hasta llegar aquí. 

menores no acompañados


La atención a menores no solo se llevó a cabo con los niños y niñas sin escolarizar, sino también conocimos el programas de acogida en orfanatos ucranianos que se llevaba a cabo desde el Campo de Gibraltar, por lo que nos unimos a la campaña de sensibilización para captar familias en Ceuta. Comenzamos en el 2005 con una niña y tres niños de los orfanatos de Lugansk, y durante quince años conseguimos que muchas familias de nuestra ciudad los acogieran  en período vacacional para cubrir las necesidades afectiva sanitarias, tan importantes para ellos al que carecer de familias. Algunos de estos menores, ya adultos, han vuelto a Ceuta, al amparo de sus familias de acogida, tras la guerra de Ucrania.


                              familias con menores ucranianos

La necesidad de buscar recursos humanos para atender a todos los usuarios que demandaban a diario una atención necesaria como ropa, comida, medicinas...etc, nos llevó a embarcarnos en un proyecto nuevo que nos proporcionaría durante muchos años a dos voluntarias europeas que se entregaron con gran dedicación a trabajar con nuestros usuarios para apoyarles en las actividades que se realizaban, tanto en el reparto de ayuda humanitaria y el acompañamiento para el trámite de gestiones de documentación, como para apoyar los talleres educativos. Provenían de países como Francia, Italia o Alemania, y además de aprender nuestro idioma, conocieron nuestras costumbres, cultura, y sobre todo realizaron una gran labor solidaria y afectiva con todas las personas que atendieron en talleres y en la propia sede. 














voluntaria italiana
 Los proyectos y actividades para sensibilizar y educar en el respeto, la igualdad de género, la interculturalidad y la educación en valores...etc, han sido los objetivos fundamentales que han estado siempre presente en el trabajo diario de Digmun a través de proyectos como Caminando en Igualdad, Alfaiguálate, Mujer Avanza, Creando Futuro, Integrando, Pildoras para el cambio, Construyendo Esperanzas y Taller de Cine, entre otros. 

El reparto de ayuda humanitaria en la sede , así como la entrega de ropa, medicina, material escolar y alimentos al otro lado de la frontera marroquí ,tanto a asociaciones del norte de Marruecos, como a inmigrantes subsaharianos que estaban a la espera malviviendo en las montañas, ha sido parte de nuestro trabajo durante todos estos años. Nunca pensé en nuestros inicios que durante los años siguientes íbamos a realizar una labor tan extensa, cubriendo las necesidades de muchas personas que se encontraban en situación de vulnerabilidad, con talleres, actividades y proyectos y denunciando en medios de comunicación y redes sociales las injusticias que sufría este colectivo. 

 Todo el trabajo reflejado en papeles, en imágenes, en revistas, en documentos, en carteles, en redes sociales y en medios de comunicación, durante diecinueve años , fue desapareciendo en las cuatro horas que tardamos en vaciar estanterías y armarios, antes de entregar la llave. Muchas fueron las personas que estaban reflejadas y que dejaron su huella en cada uno de esos papeles que pasaron por nuestras manos en el desalojo del local. Nos hicieron recordar anécdotas, risas, penas, a usuarios, al voluntariado, al personal contratado....

A todos ellos mi agradecimiento por todo lo que aprendí de su trabajo y dedicación y porque me hicieron descubrir que existen personas que apuestan por un mundo más justo y solidario. No ha sido fácil decir adiós a 19 años de trabajo, a tantas personas atendidas a tantas sonrisas despertadas y a tantas ilusiones mantenidas. DIGMUN asociación que trabajó por la dignidad de mujeres, niños y niñas, cerró sus puertas en diciembre del 2024, coincidiendo con el mes de su fundación .

 Dignificar la vida de tantas personas y darles la oportunidad de una vida mejor fue nuestro objetivo, y esto permanecerá en el recuerdo de todos.




í

Tengo que agradecer, en primer lugar, a las socias fundadoras que confiaron en mí para poner en marcha este ambicioso proyecto, cuando se lo propuse en el verano del 2005.

No sería posible dar las gracias a tantas personas e instituciones que hicieron posible que todo nuestro trabajo se realizara día a día. Nuestro  agradecimiento al voluntariado, a la Universidad de Ceuta, a los medios de comunicación, a CCOO de Ceuta,  al grupo político Caballas, a la asociación Edrissis, Casa de la Juventud, biblioteca Adolfo Suárez, IES Puertas del  Campo, Banco de Alimentos, Enfermos sin frontera, Asociación del Cáncer, Asociación exalumnas de la Inmaculada, Hermandad de la Amargura, Centro Asesor de la Mujer, Hermandad del Rocío, Asociación solidaria con el Sáhara, FANDAS, al pueblo de Segorbe, a Rosana de Gibraltar...  y a muchas personas anónimas que de forma desinteresada  nos aportaron ropa, alimentos, medicinas y recursos materiales para atender las demandas necesarias y  que hicieron  que nuestra labor fuera más... gratificante.




sábado, 3 de agosto de 2024

 MAMÁ

!Cómo empezar a escribirte

si aún tengo dudas

de que exista en este mundo

o quizás en el que yo tengo y siento

un lenguaje que pueda describir

con la precisión que requiere

la dimensión de cuánto eres.!


Mujer, estandarte y luchadora,

trabajadora por las que no tienen voz,

con elegancia, presencia y firmeza,

sin protagonismo, ni egos jamás

a pesar de tantas sombras.


Madre increíble por bandera,

protectora, desde siempre

tomando decisiones impensables,

demostrando y mostrando su valentía.


Maestra de quienes por suerte

pasaron y compartieron tus aulas.

Aún te escriben y te paran, porque

abriste la rejilla de sus jaulas.


Muchos tenemos el privilegio

de sentirte y escucharte cada día,

ofreciendo paz, arropamiento ,seguridad

serenidad, amor y cordura.


Tu compañía nos ha hecho mejores ,

compartiendo con generosidad

tanto potencial que llevas dentro.

Siempre fiel a tus valores.


Hoy en tu cumpleaños

con la madurez que me has dado,

te quiero expresar,

agradecimiento profundo y humilde,

pues no habrá tiempo para agradecer,

todo lo que nos has regalado.

Felicidades mamá del alma,

felicidades señorita MARIBEL.

       Carlos Lorente





domingo, 17 de marzo de 2024

 RELATO DE MIEDO.

El Club de Lectura nos propuso como libro para comentar y debatir  Los Relatos de miedo de Edgar Allan Poe . Tras su lectura, surgió la idea en escribir algún relato que fuera de miedo o de suspense.. Paseando un día por el camino que lleva al Hacho, contemplé la antigua cárcel de mujeres, tan abandonada y olvidada por todos. Me inspiró este relato que solo quiere ser un recuerdo a aquellas mujeres que estuvieron allí encarceladas y ejecutadas en algunos casos.


LIBERTAD.

.Subiendo la cuesta del Sarchal, hacia el monte Hacho, se elevan tres majestuosas torres de cemento con grandes ventanales y rejas cuadradas, que simulan una tela metálica. Gracias a ellas, cuando te acercas, puedes divisar desde el interior de la vivienda preciosas vistas, tanto a la bahía norte como a la bahía sur y las rejas no impiden ver la inmensidad del mar a la izquierda y el puerto de Ceuta, a la derecha.

Con bastante frecuencia solía deleitarme contemplando ese bello paisaje desde un quinto piso de una de esas torres, pero también, a veces, disfrutaba de grandes paseos por los alrededores, ya que existe un sendero que lleva hasta el monte Hacho, siempre bordeando el mar y contemplando los acantilados. La primera bajada, antes de la subida al monte, lleva a una pequeña playa. Si sopla el aire de poniente, la playa está limpia y transparente e incita al baño porque se puede contemplar hasta el fondo marino. En un montículo cercano a la orilla se alza la antigua cárcel de mujeres, hoy en ruina, a pesar de haber sido declarada como bien de interés cultural en 1995. Se construyó como Fuerte en el siglo XVIII y en 1936, con la sublevación, se habilitó como cárcel. Allí estuvieron encerradas muchas mujeres ceutíes y también hubo fusilamientos y ejecuciones. Desde 1945 esa cárcel es un edificio abandonado y lugar de juegos y de refugio de personas sin hogar. Sus paredes están llenas de agujeros por la humedad y pintadas de grafitis.

Cuando bajaba a la playa me gustaba contemplar desde fuera sus gruesos muros y pensaba en el sufrimiento de aquellas mujeres apartadas de sus seres queridos y privadas injustamente de su libertad. Alguna vez, me atreví a entrar en el interior del edificio y aunque su aspecto presentaba un estado deplorable, la luz que se filtraba por todas sus ventanas y agujeros le daban un aspecto misterioso y hasta bello, que hacían desaparecer en mí cualquier temor y rechazo por el lugar, a pesar de que sus paredes húmedas parecían derramar lágrimas de pena y dolor. Deambular por el interior y observar cada una de las celdas y dependencias del edificio hacía imaginar cómo sería la vida de aquellas mujeres en su día a día, donde la única luz de esperanza que entraba por aquellas ventanas, que ya no conservan sus rejas, era la luz del sol y la brisa del mar tan cercano.

Hace algunos años, pasé casi todo el verano disfrutando del baño en esa playa, entre las rocas del acantilado, con la sola compañía de mi libro y el rumor de las olas. Hacía mucho tiempo que no me acercaba a  esa cala. Para acceder a ella, es necesario bajar por un empinado sendero de tierra que va desde la carretera del Sarchal hasta la orilla del mar, y a la izquierda del camino, entre pocos arbustos y escasa vegetación, se encuentra la cárcel. Al caer la tarde, cuando finalicé mi baño y subía el sendero de vuelta a casa, no pude impedir acercarme, una vez más, al antiguo penal. Fue como si una fuerza externa me llamara a detenerme en él para dedicarle algunos minutos a la memoria de los cientos de mujeres que habían sido recluidas en ese lugar. Recorrí sus dependencias, me paré en el patio interior y allí permanecí unos minutos contemplando las puertas de las habitaciones que daban a ese lugar. Accedí hasta lo que supuestamente era el lavadero, porque allí se encuentra una pila grande que serviría para que las mujeres pudieran lavar su ropa. Estaba observando los distintos dibujos y mensajes de grafitis que afeaban la pared y mis ojos se detuvieron en uno de esos dibujos con mucho interés. Era un ojo pintado de negro dentro de un gran triángulo que, al verlo,  me erizó la piel porque parecía que derramaba una lágrima real. Me acerqué con más temor que curiosidad y supuse que esa lágrima no era más que una gota de humedad que se desprendían del muro debido a la cercanía del mar y al levante que azotaba en la ciudad desde hacía varios días. No quise, ese día, seguir visitando el paraje y me fui a casa con gran malestar y congoja por la dejadez del lugar y por la pena de aquellas mujeres que habían vivido entre esas paredes durante su exilio.

A la semana siguiente volví a bajar a la playa para disfrutar de un caluroso día de poniente. El mar olía a burgaíllos y a lapas , y el agua invitaba al baño por ser un espejo donde se transparentaban todas las piedras del fondo y se veían los peces nadar alrededor de las rocas. A veces miraba atrás para contemplar el edificio porque me parecía escuchar algunas voces, como lamentos, que salían del lugar y pensé que provenían de un campo de futbol cercano donde se encontraban algunos chicos disputando un partido, a pesar de las altas temperaturas del mes de agosto. Cuando llegó el momento de la vuelta a casa y pasé otra vez por el sendero que conduce a la salida de la playa, volví a oír las voces y comprobé que el partido de fútbol había terminado y que aquellos gritos provenían del interior de la cárcel. Me atreví a entrar una vez más,  pero no quise introducirme muy dentro, por temor de que esos sonidos fueran de algunos inmigrantes que utilizaban con frecuencia el lugar como asentamiento, pero desde una de las entradas vi que allí no había nadie, el lugar se encontraba vacío. Aunque aún había claridad y se podía apreciar sin dificultad el interior del edificio, el sol estaba casi poniéndose, y el cielo adquiría un color rojizo que le daba a los muros un tono anaranjado, esto no impidió que el dibujo del ojo pintado en la pared brillara , a pesar de estar oscureciendo. Me acerqué a él y de nuevo observé las gotas de agua que salían como si de lágrimas se tratara. Pegué el oído a la pared y entonces escuché como llantos y lamentos que, sin duda, provenían de aquellas paredes y no del campo de fútbol como había pensado con anterioridad. El miedo se apoderó de mí en ese instante y me apresuré a salir muy rápido del patio interior, con el temor de que las voces fueran de algunas personas que se escondían en la azotea de arriba y que mi vista no alcanzaba a ver.


Esa noche apenas pude dormir pensando en aquellas voces y en las dudas de su procedencia. Decidí que volvería al día siguiente cuando la luz del sol estuviera iluminando bien el penal y subiría a la azotea para divisar bien todo el recinto. Tenía que descubrir si los lamentos eran fruto de mi imaginación o si en realidad, procedían de algunas personas que se alojaban cerca del lugar.

Al día siguiente cuando el sol aún no había alcanzado su plenitud, bajé la vereda que lleva a la playa y me adentré en el interior de la cárcel sin detenerme en las habitaciones interiores. Subí directamente a la azotea y me asombré de sus maravillosas vistas y de la pureza de la brisa del mar que llegaba hasta allí. Pensé que ese sería el lugar preferido de las presas, donde, al menos, podrían disfrutar de aires de libertad contemplando ese bonito paisaje. El barrio del Sarchal quedaba a pocos metros del lugar por lo que algunas de esas mujeres podrían divisar las figuras difusas de algunos de sus seres queridos desde la lejanía, aunque no pudieran abrazarlos. Estaba tan ensimismada en mis propios pensamientos que no advertí que de nuevo las voces parecían salir de algún lugar cercano. A esa hora apenas había gente en los alrededores y tampoco bañistas que disfrutaran del baño de las primeras horas del día. El silencio de la mañana me permitió escuchar con más exactitud que se trataba de voces que gritaban nombres , como si llamaran a personas que estuvieran en el barrio cercano. Bajé con mucha premura las escaleras que me llevaban al fondo del patio y allí el sol, de nuevo, volvió a darle luz al ojo pintado en la pared que vertía gotas de agua de manera ininterrumpida, al acercarme comprobé que eran lágrimas que habían hecho pequeños surcos en la parte de abajo del viejo muro y que parecían letras. Me aproximé aún más y pude leer, de manera confusa, algunas de aquellas palabras que decían LIBERTAD. MUJERES OLVIDADAS.


martes, 7 de marzo de 2023

8 DE MARZO: MUJERES QUE INSPIRAN




 (Teresa en su casa de Rio Martil)

Con motive del 8 de marzo mi centro ha organizado una actividad con el nombre de MUJERES QUE INSPIRAN. El alumnado ha elegido una mujer muy significativa en su vida. Ha puesto una foto con una pequeña bibliografía y ha descrito con varios adjetivos a esa mujer tan especial y tan importante para ellos.

Estuve pensando en qué mujer podría elegir que me haya servido de modelo, de inspiración y de admiración durante mucho tiempo. No fue difícil encontrar, al instante, el nombre de Teresa Tuñón

Conocí a Teresa en el año 2002 en Tetuán, cuando yo ejercía allí en el colegio español Jacinto Benavente. Era amiga de un compañero y ambos habían trabajado juntos en Almuñécar. Teresa ya estaba jubilada y rondaba los setenta años. En esos momentos se dedicaba a viajar sola por el mundo, disfrutando de los países que eran especiales para ella con el fin de conocer sus costumbres, su gastronomía y su forma de vida. Viajaba siempre ligera de equipaje y en esta ocasión eligió Marruecos. Nada más conocerla supe que era una mujer especial, distinta al resto de las mujeres que yo conocía y, sobre todo, nada tenía que ver con las de su edad. Vivía en un pueblo de Asturias y como buena asturiana era fuerte y valiente, como lo demostró hasta el final de su vida.

El primer año, pasó poco tiempo entre nosotros, pero el suficiente para saber que se podía hablar con ella de cualquier tema y que compartíamos ideologías, aficiones y formas de vida. A partir de ese año, no dejó de ir a Marruecos y pasó grandes temporadas allí, primero fue en Kabila, después en Rincón y sus últimos años los pasó en Río Martil. Llegaba al finalizar el verano, cuando el calor aminoraba y los días se hacían más cortos. En un principio su estancia duraba hasta enero, según decía ella, hasta después del cumpleaños de su madre, y a medida que fueron pasando los años, su estancia se prolongaba cada vez más. En los últimos años disfrutaba del entorno marroquí desde septiembre hasta junio para quitarse de las heladas asturianas y para ahorrarse los enormes recibos de luz que debía pagar por tener encendida la calefacción. Ella buscaba el mar, el sol, y el lugar adecuado para sentirse en paz y disfrutar de los momentos que el presente le ofrecían

Se despertaba al amanecer para ver desde su balcón los primeros rayos de sol reflejarse en el mar y después de hacer sus ejercicios para fortalecer una espalda dañada por un accidente de coche, desayunaba en la terraza frente a un espectáculo de colores y olores con sabor a sal. Después salía para hacer el paseo marítimo, a la espera de que abrieran las primeras tiendas del zoco y adquirir todo lo necesario para su ritual culinario. Teresa era una gran cocinera y no sólo disfrutaba cocinando entre sartenes, perolas, cucharas de palo y otros enseres de cocina, sino que también le encantaba agasajarnos para saborear sus diversos platos representativos de los distintos países que había visitado. Las fabas y las natillas eran su gran especialidad y nos invitaba por grupos reducidos en distintos sábados del mes, porque no cabíamos todos en su casa. Los ingredientes de estos platos asturianos los recibía por correos porque debido al peso, no podía cargar con ellos durante el viaje. Todos recibíamos con ilusión la invitación a degustar ese exquisito plato, no solo porque suponía el disfrute de su sabor, sino también porque aseguraba las charlas interminables sobre política, religión, libros, cine, etc …acompañadas de copas de sidra y de vasos de té con hierba buena. Ella participaba activamente en todos esos debates con gran conocimiento en todos los temas, y con un criterio tan actual y convincente que prevalecía por encima de los nuestros. Lo hacía entre lanas y agujas de croché, mientras   escuchaba, opinaba serenamente, y era capaz de enlazar los puntos sin mirar siquiera la labor que realizaba. 

Fue concejala por Izquierda Unida en Almuñécar mientras ejerció allí como profesora de comercio y sólo cuando las conversaciones giraban en torno a los políticos de derecha y sus distintas intervenciones en el país, era cuando mostraba abiertamente su irritación y su rostro se encajaba diciendo: -No puedo con ellos. Sus ideas políticas no se quedaban en la teoría y en el debate, participaba activamente en todas aquellas manifestaciones que reivindicaban sus ideales. Fue capaz de embarcarse con un grupo de brigadistas asturianos y viajar a Bagdad para estar al lado del pueblo iraquí, que había sido injustamente invadido, viviendo en primera persona cómo fueron los bombardeos que mataron a tantas víctimas inocentes. Esta experiencia la plasmó en su libro “Diario de una abuela brigadista” y en la grabación de un corto “Apuntarse a un bombardeo” que fue financiado y presentado por CCOO en la fundación Muñiz Zapico.

En el tiempo que permaneció en Río Martil, fue una activa voluntaria de la Asociación Lerchundi, ubicada en la antigua iglesia cerrada al culto religioso en 1980 y dedicada a la cultura y a la ayuda humanitaria en el año 1996. Teresa colaboró con la biblioteca, dio clases de contabilidad y español, organizó talleres, preparó exquisitos platos para campañas benéficas, y aportó todo su saber y experiencia en beneficio de los demás. Su voluntariado se extendió también en la asociación Digmun de Ceuta y además de contarnos su experiencia como brigadista en la guerra de Iraq dentro de las actividades que programamos para el Día de la Paz, también tejió mantas de croché para venderlas y ayudar a nuestros usuarios más necesitados y confeccionó múltiples objetos de manualidades para el mismo fin.

                                 ( miembros de la asociación Digmun)

Algunos fines de semana viajábamos hasta Río Martil para repartir ayuda humanitaria y colaborar con otras asociaciones del norte de Marruecos. A veces  nos acompañaba y disfrutaba con gran placer, sobre todo, cuando hacíamos la parada en Rincón para comer las exquisitas sardinas al carbón. En otras ocasiones, yo me quedaba el sábado y el domingo en su casa y eran esos los momentos en los que compartíamos vida y experiencia mientras ella me enseñaba a hacer croché y yo me esforzaba en que los puntos no  se escaparan de la aguja.

Aprendí mucho de Teresa, aprendí que la edad no es un obstáculo para seguir luchando por lo que creemos, sin desfallecer, que la soledad no es tan mala, si es elegida, que la belleza perdida de la juventud es superada con creces por la belleza interior, y que nunca es tarde para realizar los sueños que hemos anhelado durante mucho tiempo.

Teresa enfermó de un cáncer de esófago. Solicitó y luchó por conseguir la eutanasia para morir dignamente y murió en agosto del 2022 con 87 años en su casa de Quirós (Asturias).

Murió tal y como vivió, luchando por una causa justa.


                                     (fin de año en R.Martil)


 

miércoles, 22 de febrero de 2023

UN AÑO DESPUÉS DEL CONFLICTO EN UCRANIA

LAS VÍCTIMAS MÁS INOCENTES DE LA GUERRA:

 Desde el año 2005 hasta el 2013 un grupo de familias de Ceuta se solidarizaron con los orfanatos ucranianos y decidieron acoger, de forma temporal, a menores que residían allí. El programa se llamaba “Saneamiento de menores ucranianos en período vacacional”. Esta iniciativa surgió de forma espontánea ya que fue una madre de acogida la que escuchó un llamamiento en la radio, donde se informaba de la necesidad de encontrar familias que se ofrecieran para esta causa. Inicialmente fueron cuatro familias las que se atrevieron a llevar a cabo tan difícil misión acogiendo a cuatro menores. En los años siguientes se fueron sumando familias y aumentaron los menores hasta llegar a ser, en ocasiones, más de quince niños que aprendieron hablar español, conocieron nuestra cultura y forma de vida y encontraron el afecto y el cariño que se les había negado en su corta vida. Muchos de estos menores, hoy jóvenes, dejaron de tener contacto con su familia por distintos motivos. Otros, sin embargo, siguieron teniendo comunicación frecuente y lazos afectivos con ella.


            ( menores ucranianos acogidos por familias de Ceuta)

 Al estallar la guerra, el 24 de febrero, solo las mujeres y los niños pudieron escapar de ese infierno y llegaron cargados de maletas y juguetes a la frontera polaca sin maridos o padres puesto que el gobierno prohibió la salida a todos los adultos en edad de combatir. Ante esta nueva situación muchas de las familias de acogida quisieron conocer el paradero de estos chicos. En la mayoría de los casos, no consiguieron ninguna información, pero en otros, consiguieron contactar y traerlos de nuevo a Ceuta, a pesar de los múltiples inconvenientes que esto supuso. Los menores que se encontraban en orfanatos, bien porque no tenían familias o porque estas no tenían recursos para poder mantenerlos, permanecieron en estas instituciones al estallar el conflicto bélico y más de 90.000 menores se quedaron en los orfanatos atrapados sin poder salir.

 Casi siempre son las mujeres y los niños los más vulnerables ante estos conflictos. Muchas mujeres en tiempos de guerra se convierten en desplazadas o refugiadas, a pesar de los peligros a los que se exponen, como el tráfico de personas y la trata con fines de explotación sexual. Los conflictos las separan de sus maridos, hijos y familiares, las dejan solas y en el exilio, las obligan a afrontar en solitario todas las responsabilidades y el cuidado de los hijos que se quedan a su cargo. En esta situación se encuentran muchas mujeres y sus hijos que salieron huyendo de la guerra y se refugiaron en países fronterizos como Moldavia, Polonia o Hungría, donde fueron acogidas por ONG, y otras instituciones. 

Una investigación, que se ha publicado este mes, llevada a cabo por varios periodistas de medios de comunicación públicos, entre los que se encuentra RTVE, bajo el paraguas de la Red de Periodismo de Investigación de la UER ha desvelado que centenares de menores ucranianos están siendo trasladados forzosamente desde Ucrania a Rusia. El Kremlin presume ante la comunidad internacional de estar salvando a los menores, mientras Kiev denuncia que es un “genocidio”, asegurando que la cifra de “menores robados” podría rondar los 13.000. El robo de niños es lamentablemente habitual durante los conflictos armados y Ucrania no es una excepción. Según la investigación, la mayoría de estos menores proceden de orfanatos y centros de acogida, aunque también hay otros que fueron separados de su familia al estallar la guerra, e incluso otros fueron enviados a campamentos de verano y nunca llegaron a ser devueltos. Se apunta también, que una vez que son acogidos por familias rusas, son forzados a recibir mensajes de propagando política rusa, con el fin de ideologizarlos a favor del Gobierno de Putin. Estas son una de las muchas consecuencias que sufren los menores tras un conflicto armado en cualquier lugar del mundo. Al año de estallar la guerra en Ucrania los resultados son devastadores: muchos niños han resultado muertos o heridos, son objeto de abusos sexuales, explotación o tráfico, se quedan sin educación y sanidad, ya que las escuelas y hospitales son destruidos. Los conflictos separan a las familias y dejan a miles de niños luchando por su propia subsistencia y la de sus hermanos.

 La sensibilización y cercanía de las familias que acogieron a menores ucranianos hacia la población infantil afectada por esta guerra, está basada, en gran parte, porque muchas de estas familias visitaron los orfanatos ucranianos, conociendo la realidad de los mismos en primera persona. El contacto directo con estos menores pone de manifiesto el doble sufrimiento que padecen: por sentirse fuera del seno familiar privándoles del cariño y el afecto necesario para crecer de forma saludable durante todos los años que dura su estancia en los orfanatos, y por sufrir todas las consecuencias de una guerra que les priva además de lo necesario para vivir dignamente y crecer de forma saludable hasta convertirse en adultos. 

Tres de estas niñas, ya adultas,  pudieron escapar de la guerra y han recibido  el cariño y el amparo de sus familias de acogida en Ceuta, como cuando siendo niñas venían de los orfanatos ucranianos. Un año después, estas mujeres y cuatro menores siguen a la espera de que la Ciudad Autónoma y su Consejería de Asuntos Sociales les conceda la ayuda que fue aprobada por el Gobierno en el Real Decreto del 1 de Agosto en el que Ceuta y Melilla quedaron excluidas. 

Los niños y las niñas son siempre las víctimas inocentes de los conflictos bélicos.